viernes, 9 de enero de 2015

Una Dulce Inocencia: Capítulo 74

Estar sentado en la sala de la casa del padre de Paula, es decir, mi suegro. Podría decir que era como ir contando los segundos que le faltaban a un condenado a muerte para su ejecución. Mi hija corría fascinada con los hermanos de Paula, y ella intentaba darme miradas alentadoras mientras esperábamos a su padre. La esposa de él, Sam, era una mujer cálida y corría de un lado a otro preparando la comida…
- ¿Estás nervioso?.- susurró Paula a mi lado.
- No puedo mentirte, juro que me haré en los pantalones.- reconocí dejando mi orgullo de lado.
- No pasará nada ¡Escúchame!.- pidió. Captó toda mi atención.- Mi padre puede parecer un hombre mañoso, pero en el fondo es…
Su frase quedó a medias cuando sentimos que la puerta se abría poco a poco. Paula inmediatamente quitó su mano de sobre la mía y quise ponerme a llorar… Sam me envió una sonrisa alentadora desde su posición y en menos de un suspiro, el Jefe de Policía estaba frente a mí. Me examinó de pies a cabeza, en cambio mi mirada solo estaba posada en su arma ¡Jesús!
- Buenas tardes.- saludó sin una fracción de alegría.
- Bue…-
- ¡David!.- gritó mi hija, apareciendo como un bólido por las escaleras.
- ¿Pelusa?.- inquirió sin estar seguro. Miré a Paula preguntando si estaba confundiendo a mi hija, pero cuando ella se lanzó a sus brazos, todo encajó.- ¡Pelusita!.- me sorprendí por su cambio de expresión drástico.
- Hola.- un sonoro beso fue el que plantó mi hija en la mejilla de él.- Él es mi papá.- me apuntó.
- ¡Oh!.- su rostro pasó nuevamente a otra expresión. Una de arrepentimiento.- Lo siento mucho, no sabía quien era usted.- extendió su mano hacia mí.
- No se preocupe Jefe Chaves. El gusto es mío.
- Hola papá.- salió Paula como si fuese una ratona oculta en su escondite.
- Hija, pero que alegría tenerlos aquí.- señaló, aunque estaba seguro por su rostro que se preguntaba ¿Qué ****es pintaba yo en este reencuentro?.
- ¡Eh, sí! Hemos venido a visitarlos.- añadió ella.
- Mi papá ahora es un Médico.- contó mi hija y rogué porque fuera sólo eso lo que hablara.
- ¿Si? Entonces felicidades a tu papá.- sonrió David.- Y felicidades a ti también, veo que te haz hecho amiga de la letra "R".- apuntó riendo a la par con mi hija.
- Mi amiga Tiger me enseñó.- exclamó orgullosa. Rodé mis ojos y recibí un disimulado codazo de Paula.
Había pasado horas y horas intentando que por fin se conciliara con ella y la pudiera pronunciar, pero todo era en vano. Había incluso preguntado si sería conveniente llevarla a algún especialista, hecho por el cual me tacharon de exagerado, todos e incluida Paula… Hasta que un día sin más comenzó a relatar su día de escuela y me quedé pasmado al oírla hablar sin ninguna dificultad. Y así mismo como ahora, vanaglorió a su amigo Tiger…
No pude hacer ni decir nada, menos ahora que Ángela y Ben, estaban encaminados con el proceso de adopción de ese niño. Era un encanto de chico, y me alegraba por él y por ellos. Sólo lamentaba que parecía como si mi bebé fuera su luz y él un insecto encandilado con ella… No quería ni imaginarme las cosas ya de más grandes. Enviaría a mi hija a la China para que nadie le rompiera el corazón.
- ¿Por qué no pasamos a la mesa?.- sugirió Sam y pasamos todos a sentarnos.
- ¿Y a qué se debe la visita?.- rompió el silencio el Jefe Perroni, sentí la carne masticada como piedra.
- Bueno… Ya todo se ha resuelto.- profirió Paula. Los rostros de cada uno expresaron entendimiento, por lo que asumí que estaban al tanto de todo.
- Me alegro hija.- nos sonrió Sam. Aunque estaba convencido que ella sabía más
- Es una hermosa chica.- señaló David a mi hija.- Me alegro igualmente que todo haya salido bien.
- Así es.- secundé, sin saber cómo comenzar la segunda parte.
- ¿Y cuanto se quedarán?.- irrumpió Seth.
- Yo sólo hasta mañana.- me apresuré.
- Yo también.- concordó Paula. Y pude ver fruncir el ceño de su padre levemente.
- ¿Aun seguirás siendo la niñera de la Pelotita?.- preguntó Jacob a Paula, con una sonrisa malvada.
- ¡Oh! Eh, nop.- puntualizó la "p".- Yo, ehm… ahora soy la secretaria de Vanessa.  La abogada que llevó el caso de ellos y la hija del director del hospital donde trabaja Pedro.
- ¿Y por qué?.- ahora fue el turno de Leah. Sentí como mi bilis subía a cada segundo un poco más, sobre todo cuando el padre de Paula puso toda su atención en las respuestas y no en su comida.
- Porque… Bueno…- balbuceó Paula.
- La visita de nosotros, tiene varios puntos más que… sólo… Es decir…- ¡Uhgh!
- ¿Si?.- el tono del Jefe Chaves era cauteloso.
- ¡Voy a tener un hermanito!.- gritó Lourdes en la mesa.
- ¡¿Qué?.- aulló David, su mirada se posó en mi y luego en su hija.- ¡Isabe…!.-
- ¡David!.-
¡****! Mi suegro comenzó toser en forma desesperada para ahogarse posteriormente con la comida que había ingerido. Sam y Paula se levantaron de un salto y comenzaron a golpear intensamente su espalda. Yo sudaba frío y miraba hacia todos lados buscando un lugar donde meterme para cuando se le pasara el ahogo.
- Papi.- susurró mi hija.
Ni siquiera había advertido que se había levantado de su asiento. Estaba de pié a mi lado, evidentemente asustada. La tomé y la senté en mis piernas, pensando sinceramente tomarla y correr fuera de la casa con ella.
- Princesa…- respiré un par de veces para despejar mis demonios.- ¿Por qué dijiste eso?.
- Papi.- volvió a susurrar con su labio inferior temblando.
Miré a David, ya estaba más recompuesto. Pero aun respiraba con dificultad. Observé a Paula, estaba algo nerviosa y Sam rumiaba bajo su aliento, me imaginaba que improperios. No sabía si para mi o para su esposo. Los demás seguían comiendo como si nada.
- Paula.- su mandíbula estaba fuertemente apretada.
- Papá…- Pero antes que prosiguiera, otro grito resonó en la habitación, y esta vez fuimos todos los que quedamos estupefactos…
- ¡David Chaves!.- Sam lo miraba amenazante. Y hasta yo me encogí en mi asiento.

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