domingo, 4 de enero de 2015

Una Dulce Inocencia: Capítulo 64

Quise olvidarme que yo era un hombre y que mi enseñanza rezaba no maltratar al sexo opuesto. Esa mujer le estaba poniendo precio a mi hija. Me obligué a no perder los estribos y seguir las indicaciones de Vanessa, intentar que esa mujer sola se pusiera la soga al cuello.
- Veamos si entiendo.- dije calmo.- Si lleno tus cuentas bancarias ¿Renunciarías a Lourdes?
- Exacto querido Pedro.- me alabó como si fuera un niño pequeño con quien hablaba.- Pero como sé que no aceptarás…- se encogió de hombros.- Seguiremos viéndonos.
- Te lo concedo.- afirmé con mi sonrisa más sarcástica.- Jamás, aunque fuera por el bien de mi hija. Entraría en ese tipo de juegos, como si ella fuera un objeto.
- Mi hija.- remedó mis palabras.- Quien iba a decir que el chico más tímido, por no decir ****a, sería el Súper Papá.- rió de una forma siniestra.- Hasta para eso esa mocosa no sirve.- rechiné mis dientes ante su despectivo trato hacia Lulu.
- Necesito que acordemos las visitas.- demandé intentando salir ya de allí.
- Todas las semanas.- declaró demandante.- Soy una madre que ha cometido errores, pero que quiere remediarlos con su hija. Así que quiero verla todas las semanas.- usó su voz más melosa.
- Una vez al mes y es mucho.- contraataqué.
- Estoy segura que eres más listo de lo que veo ahora precioso.- su tono era burlesco.- Y sabes que la ley siempre está de parte de la madre.
- Tu lo haz dicho; de la madre. No de…
- ¿Y con quién está esa mocosa ahora?.- cambió de tema.
- Con alguien que tiene el instinto materno que a tí te faltó.
- Supongo que con eso te refieres a esa chiquilla que contraté.- hizo una mueca.- Dile a esa *beep* que venga a verme. Quiero aclarar unos cuantos puntos con ella.
- Nunca.- sisee bajo mi aliento.
- ¿Perdón?.- sonrió con su ya conocida burla.- ¿No me digas que no sólo haz encontrado a una hija perdida? ¿Además diste con alguien que calienta tu cama? ¿Un nuevo depósito de tu esperma? Y dime Pedro ¿Te hace gozar tanto como yo?
- ¡Basta!.- grité.- Ni siquiera te compares a ella… Y no, no mantengo una relación con ella.- negué a sabiendas que si otras personas estaban oyendo la conversación. Eso podría afectar todo.
- Veo.- contestó sin creer una palabra de lo que decía.
- Victoria.- me calmé y me encontré caminando hacia ella.- ¿Realmente quieres tener una oportunidad con Lourdes o sólo es por fastidiar?.- se quedó en silencio y fue como si de pronto no estuviera en esta sala.
- Yo nunca quise tener una hija.- expresó ajena a mi pregunta y sumida en sus pensamientos.- Así como mis padres tampoco quisieron tenerme a mí.- la rabia traspasaba sus facciones.- Viví un infierno con ellos. Y no quiero ser la única desdichada en este cuento.
- Es tu sangre.- arremetí.- Ella no tiene, ni tuvo la culpa de tu pasado.
- ¡Ella jodió mi vida así mismo como yo lo hice con mis padres!.- bramó intentando ponerse de pié.
- No puedo entenderte- negué frustrado.- En tu lugar, quisiera que nadie más pasara por lo que pasé.
- Pensamos distinto.- volvió a su máscara sarcástica.- Y es mi última palabra. Quiero a mi hijita conmigo, tanto como pueda lograr. Así que prepárate para seguirme viendo Pedro.
- Sin embargo yo no he dicho la última.- declaré y terminé la conversación allí.
Salí caminando lo más rápido que mis piernas daban para no volver y convertirme en un asesino, porque esa mujer sacaba lo peor de mí. No me arrepentía de lo pasado, porque eso sería no tener a mi hija conmigo, pero pedía al cielo algún milagro que hiciera desaparecer a esa mujer de la faz de la tierra.
- Vanessa.- la llamé cuando la vi salir presurosa a mi encuentro.
- Tranquilo Pedro. Lo haz hecho bien.- tomó mi brazo y lo apretó reconfortante.
La abogada de Victoria salió detrás de ella brindándome puñaladas con su mirada y se perdió por los pasillos. Miré a Vanessa y ella tomó mi brazo para salir de allí.
- Las cartas están echadas Pedro. Hemos sido partícipes de las palabras de esa mujer. Ahora sólo falta apelar al criterio de las autoridades para que se den cuenta de la clase de persona que es ella.
- No la quiero cerca de mi hija Vanessa.- supliqué pasando mis manos por mi rostro.
- Haré hasta lo último que pueda para que eso sea así. Para que Lourdes no vuelva a ver a esa mujer al menos hasta que tenga edad suficiente para decidir por ella sola.
- Gracias.- sonreí con verdadera admiración. Ella no era sólo una buena amiga; sino una buena profesional.
- Pedro.- llamó y supe que algo quería consultar.- Esa mujer ha supuesto que mantienes una relación con Paula ¿Es cierto?.- la miré con vergüenza. No quería que las cosas salieran así a la luz.
- Sé que quizás esto no debió ser, pero… Es así Vanessa.- declaré al fin.
- ¡Uf! La verdad es que esto me pone en un dilema ético- personal.- sonrió.- Me alegro por ustedes. Pero lamento decirte que es mejor mantenerlo reservado por un tiempo.
- Lo sé Vanessa. No te preocupes.
- Estoy confiada en que todo se solucionará antes que nos demos cuenta. Pero por el bien de todo, es mejor mantenerlo oculto.
- ¿En qué afectaría?.- inquirí sabiendo más menos la respuesta.
- Puede creerse que esta relación venía de antes. Te podrían acusar de ponerte de acuerdo  con Paula para quitar una hija de su madre. No es seguro, pero no sabemos con quien estamos tratando.
- Entiendo.

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