miércoles, 28 de enero de 2015

Eternamente Juntos: Capítulo 31

Paula se encerró en uno de los retretes y respiró profundamente. Oyó entrar y salir a otras mujeres, charlar…
—La mujer de Pedro Alfonso  es guapísima, ¿no te parece? —Paula oyó decir a una mujer.
—Sí, lo es —respondió otra—. No me extraña que haya vuelto con ella. Aunque, si te digo la verdad, no entiendo a qué ha venido tanto escándalo; al fin y al cabo, él también se entretiene con frecuencia. Me gustaría saber qué piensa la actual amante de Pedro de la reconciliación de él con su mujer.
—No sé —contestó la primera mujer—, pero no creo que Gisela Hunter vaya a desaparecer sin montar un escándalo antes.
—¿Ha venido esta noche?
—Sí, ha llegado al mismo tiempo que nosotros —dijo la otra mujer—. Estaba merodeando alrededor de Pedro. A ver qué dicen los periódicos de eso.
—O la esposa de Pedro—comentó burlonamente la primera mujer mientras salía con su amiga de los servicios.
Paula salió del cubículo del retrete y se acercó a los espejos para retocarse el maquillaje. Después, respiró profundamente y regresó al salón. Buscó a Pedro con los ojos, pero no halló ni rastro de él.
—¿Está buscando a su marido? —le preguntó el camarero que había pasado antes con la bandeja.
—Sí.
—Acabo de verle salir hacia esa otra sala —indicó el camarero, señalando a la derecha.
Paula le dió las gracias y siguió la dirección que le había indicado el camarero. Por fin, encontró a Pedro en una pequeña sala detrás de un gran jarrón con flores.
Estaba de pie al lado de una mujer alta y rubia de veintitantos años con un vestido que realzaba su espectacular cuerpo.
Hablaban en susurros. Paula no logró entender lo que se decían, pero el lenguaje corporal de ambos no daba lugar a dudas de que tenían una relación íntima.
Paula se marchó de allí con el corazón encogido. En el salón principal, se acercó a la mesa que les habían asignado, se sentó y agarró su vaso de agua. No podía tenerse en pie.
Poco a poco, el resto de las mesas se fueron ocupando y, unos quince minutos más tarde, Pedro  se sentó a su lado.
—¿Ocupado con otro ejecutivo? —le preguntó ella con una mirada significativa.
—Sí —respondió él con una sonrisa que no alcanzó a sus ojos.
Paula contuvo la cólera. Estaba segura de que la mujer a la que había oído en los lavabos estaba en lo cierto.
Apenas probó la cena. No hizo más que juguetear con los platos que le sirvieron. La comida no le sabía a nada… excepto a resentimiento y amargura.
Un grupo de música comenzó a tocar, lo que fue un alivio para ella, ya que podía dejar de esforzarse por mantener una conversación insustancial con los demás comensales que se hallaban alrededor de su mesa.
Pedro se inclinó hacia ella y le dijo al oído:
—Deberíamos bailar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario