lunes, 22 de marzo de 2021

Te Quise Siempre: Capítulo 25

Pedro la miraba mientras hablaba, consciente de que estaba tratando de relajar la tensión entre su padre y él. Ella había sido así desde niña, queriendo siempre que todo pareciese como los cuadros de Norman Rockwell. Pero ahora Paula ya no era una niña. No, si aquellos labios le habían dicho la verdad sobre ella. Y él estaba seguro de que sí.  El instinto le avisó entonces de un peligro en ciernes. ¿Por qué había llegado a ese acuerdo con ella? En parte porque no podía resistirse a acudir en su protección. Parecía como si hubiera nacido con esa misión: protegerla.  Su padre, le dirigió una última mirada llena de hostilidad, y apartó la silla hacia atrás.


 —Voy a llegar tarde a la iglesia.

 

—¿Ya es la hora? —exclamó Sara en inglés y añadió luego en alemán—: Paula, los dejamos solos. Hagan algo romántico, por el amor de Dios.


Su padre y Sara se marcharon, dejando tras de sí un silencio tan profundo que podría oírse el canto de los pájaros y el zumbido de las abejas. Pedro esperó a ver si Paula hacía algo romántico, pero no hizo nada por el estilo.


 —¿No tienes una novia que pueda molestarse? —le preguntó ella, tratando de romper el hielo.

 

—No tengo novia —respondió él—. He vivido en la clandestinidad durante cuatro años. ¿Te imaginas lo que sería eso para una mujer?

 

—Una mujer como es debido lo aceptaría. No se trata sólo de lo que haces, sino de quién eres.

 

—A veces hay que fingir tener una esposa o una novia. Otro agente femenino tiene que desempeñar ese papel. ¿Cómo crees que podría sentarle eso a la mujer que se ha quedado en casa esperándote?


 —Mal —dijo ella.

 

—Exactamente.

 

—Creo adivinar que eso echa por tierra la idea de tener una novia.

 

—Sí.

 

—Si hacemos esto bien —dijo ella—, tal vez tu padre no se muestre tan hostil contigo. La verdad es que no consigo entender por qué no se siente orgulloso de tí. 


A Pedro no le gustaba que ella se pusiese a hablar con esa familiaridad de sus sentimientos.


 —Sólo había una manera de hacer que mi padre se sintiera orgulloso de mí —dijo él—, pero yo no la tuve en cuenta. No fui a la Facultad de Medicina para hacerme médico como él y poder asumir un día su cargo de médico de cabecera de Sugar Maple Grove. 


—Todavía recuerdo el golpe que supuso para tus padres el que abandonaras la universidad y te alistaras en el ejército.

 

—Ha habido ocho generaciones de Alfonso. Todos médicos, profesores o escritores. Pero yo no encajaba en ese molde.

 

—¿Y cómo se te ocurrió lo de los marines?

 

—Un ojeador de la universidad me vió escalando una pared y me preguntó si había pensado alguna vez ganarme la vida haciendo cosas así. La proposición me pareció muy emocionante.


 —¿Y lo ha sido?

 

—Ha sido más o menos como le dije a tu abuela. El noventa y nueve por ciento del tiempo un aburrimiento y el otro uno por ciento un infierno.

 

—Y tú vives para ese uno por ciento —dijo ella sonriendo—. Adicto a la adrenalina. 


—Ya sabes, ésa es la parte que mis padres nunca comprendieron. El ejército es un buen lugar para un adicto a la adrenalina. Siempre me he sentido atraído por la aventura. Siempre me han gustado las emociones fuertes. Si me hubiera dejado llevar por mis impulsos me habría creado muchos problemas. Necesitaba equilibrar mi pasión por la altura y la velocidad con la disciplina y el desarrollo de mis habilidades. Pero mi padre no me puede perdonar que haya elegido esta profesión. Eso llegó a distanciarnos mucho, antes incluso de lo del funeral de mi madre.

 

—¿No tuviste de verdad ninguna posibilidad de asistir, Pedro? ¿Ninguna?

 

Él negó con la cabeza.


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