miércoles, 10 de marzo de 2021

Enemigos: Capítulo 67

La señora Chaves abrió una puerta de doble hoja dejando a la vista una sala cuyas paredes tenían un revestimiento de color verde.


–Toma asiento. Voy a buscar a mi marido.


–¿Está Paula? –preguntó Pedro.


La señora Chaves afirmó con la cabeza.


–Ahora está durmiendo.


–Es bueno que descanse –aunque Pedro quería ir con su mujer, tenía asuntos que aclarar primero.


Alejandra Chaves se fue, y Pedro se quedó mirando alrededor de la amplia sala, intentando calmar su nerviosismo. ¿A quién pretendía convencer? Miguel siempre se había asegurado de que cualquier Alfonso supiera su posición social en Haven. Los Alfonso eran clase baja. Y los Chaves alta. Y sólo porque él se hubiera casado con su hija, Miguel no iba a darles su bendición. Cerró los ojos y dió un largo suspiro. Estaba dispuesto ahacer casi cualquier cosa para no perder a Paula. Dios, no podía perderla otra vez.

 

–Si has venido a restregármelo por la cara, ya te puedes ir –la acostumbrada voz autoritaria de Miguel Chaves asustaba un poco.


Pedro se volvió. Aunque Chaves siempre había aparentado estar saludable y más joven que sus cincuenta y tantos años, parecía haber envejecido considerablemente en las últimas veinticuatro horas.


–He venido porque el proyecto Paradise tiene que estar acabado dentro de plazo y presupuesto.


–Me trae al fresco el proyecto. Tengo cosas más urgentes en la cabeza.


Pedro asintió con la cabeza. Parecía ser que después de todo el hombre tenía su corazoncito. Su familia le preocupaba.


–Bueno, a mí no me trae al fresco Paradise Estates. Si no lo acabo, mi empresa quebrará. Por eso tenemos que estar juntos. Y no presentaré denuncia contra Gonzalo.


Miguel le clavó la mirada en los ojos.


–¿Qué quieres decir?


–Seguramente haya acusaciones de delito contra tu hijo, aunque por ser joven muy probablemente consiga quedar en libertad condicional. Lo único que quiero de Gonzalo es que compense los daños trabajando para mí en la obra.


–Yo pagaré los daños –dijo Chaves sacando pecho.


–Si lo haces, retiro mi ofrecimiento –amenazó Pedro–. Gonzalo necesita aprender a ser responsable de sus actos. Y tiene que saber que yo no soy el malo de la película sólo porque mi apellido sea Alfonso.


–Quieres decir que lo soy yo.


–Yo en eso no me meto, Miguel. Tú eres el que has mantenido viva la enemistad.


–Porque fueron los Chaves los que lo perdieron todo.


–Eso fue hace sesenta años, por el amor de Dios –Pedro se puso tenso–. Aquellas personas están muertas desde hace mucho tiempo. Y sobre eso de perderlo todo… –miró alrededor–. Yo diría que los Chaves lo han hecho mucho mejor que los Alfonso, al menos en cuanto a patrimonio. Y ésa es mi propuesta. Si la aceptas, espero ver a Gonzalo el primer día que tenga vacaciones –se dirigió a la puerta.


–Si piensas que con esto vas a recuperar a Paula, estás equivocado –le dijo Chaves voceando–. No se enfrentará a mí. 

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