lunes, 8 de marzo de 2021

Enemigos: Capítulo 64

 –Porque creías que era como cualquier otro adolescente, alguien enfadado con el mundo que cree saberlo todo –Pedro se arrimó más y Paula pudo sentir su calor. Deseaba tanto que los brazos de él la rodearan que temblaba de necesidad–. Gonzalo tiene que asumir la responsabilidad de sus actos – continuó Pedro–. Tú no puedes hacerlo por él.


–Tiene que tener alguien en quien confiar. Es un crío, Pedro. No le puedo dejar… Otra vez. Esta vez no.


Justo en ese momento la puerta de la caseta se abrió y Federico sacó al hermano esposado. El padre iba detrás.


–Paula, tu familia te necesita.


–Tengo que irme –dijo ella, aunque no era lo que le pedía el corazón–. Porque Gonzalo…


Pedro la tomó de los brazos tirando de ellos.


–Paula, ahora eres mi mujer –susurró Pedro–. Quiero ayudarte en lo que sea.


Le brotaron más lágrimas. Estaba tan avergonzada de lo que su padre y su hermano habían hecho a la familia Alfonso…


–No puedes –Paula respiró hondo–. Sé que está mal lo que ha hecho Gonza, pero soy su hermana. Me necesita.


Pedro se quedó allí de pie, y ella rogó para que él no insistiera sobre el tema, ya que no se sentía tan fuerte como para no acabar aceptando su ofrecimiento de ayuda.


–Sé que te he pedido tiempo, y ahora tengo que pedirte paciencia… Por algún tiempo más.


–Maldita sea. Habría dado dinero para que Gonzalo no estuviera involucrado en esto. Créeme, haría nuestras vidas más fáciles.


Pedro se acercó más a Paula, la tenía a centímetros.


–Sólo quiero que sepas, Paula, que nada de esto cambia lo que siento por tí –para enfatizar sus palabras, la besó en la boca, tratando de transmitirle sus sentimientos, quería que ella se olvidara de todo menos de lo que había entre ellos. Pero, una vez más, las obligaciones les separaban.


–Por favor, Pedro, tengo que irme.


Paula dejó desolado a Pedro cuando se soltó y las manos de los dos perdieron contacto. De repente él sintió un vacío que era casi insoportable. La perdía.


–Yo no lo doy por acabado, Paula. Te quiero.


Paula se quedó pasmada con sus palabras. Pero cuando su padre la llamó se dió la vuelta y se marchó.


–Paula –Pedro la llamó–. Eres mía. Estamos hechos el uno para el otro.


E iba en serio. Lo quería hacer de tal manera que ella no lo dejara nunca más. Aunque tuviera que hacer un pacto con el mismo diablo. Y eso era exactamente lo que iba a hacer. Tenía que poner fin a esa rencilla de una vez por todas. 

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