viernes, 26 de marzo de 2021

Te Quise Siempre: Capítulo 35

 —Me alegro de que te hayas pasado por aquí. Acabamos de recibir esta caja de documentos —dijo dando unas palmaditas en la tapa—, y tengo que ponerme con ella. Me llevará tiempo. Hay que leer todas esas cartas.

 

—¿Esta caja? —preguntó él—. Puedo ayudarte a leer esas cartas. La Segunda Guerra Mundial, ¿Verdad? Puedo clasificar las que tengan relación con ella, ¿Qué te parece?


Ella vió cómo se quedó mirándola en silencio, esperando a ver si aceptaba su ayuda para hacer que las cosas volvieran a su normalidad. Pero ¿Cómo podía volver a ser otra vez todo igual después de cómo ella lo había besado y después de que él hubiera contaminado con su seguridad y autosuficiencia la atmósfera de su espacio de trabajo, de su pequeño mundo? «Sácalo de aquí», le ordenó la voz de la vieja Paula.

 

—Está bien —respondió—. Nunca rechazo una ayuda voluntaria. Comprendo que llevas casi cuarenta y ocho horas en Sugar Maple Grove y que debes de estar aburrido. Te llevaré a la sala de reuniones.

 

Y así lo hizo. Ahora podría descubrir lo que era el aburrimiento de verdad.

 

—Ocúpate sólo de las cosas relacionadas con la Segunda Guerra Mundial —le indicó con mucha cordialidad, una vez allí—. Carla se encargará del resto después.

 

Y salió de la sala cerrando la puerta con fuerza tras de sí. 


Pedro se vió en la sala de reuniones, solo y con la puerta cerrada. Ella lo había hecho a propósito, le había besado por haberse saltado a la ligera su programa de actividades, para que supiera lo que podía pasar si seguía por ese camino. Ella también podía reaccionar de forma desenfrenada e imprevisible. Pero no era verdad. Era tan transparente como un cristal. La dulce vecinita de al lado sólo estaba intentando ser lo que no era, tratando de borrar su imagen de chica apocada. Sin embargo, aquel beso había sido sorprendente y perturbador. ¿Qué había sentido? Deseo. Una evidencia más de que haber aceptado aquel falso romance había sido la peor idea de su vida. No era extraño que hubiera caído en manos del primer tipo que se había fijado en ella. Y no era porque se sintiese sola por haber perdido a su familia. No, había un fuego en ella que sólo una cosa podía apagar. Y no se trataba del fuego que le quemaba a él por dentro. Él no había ido allí con el propósito de encender su pasión. No, sólo pretendía ayudarla a relajarse un poco de esa tensión, de esas reglas estrictas con que se movía por la vida, a animarla a ser ella misma. Parecía un resorte muy tenso que en cualquier instante pudiera saltar. Su beso había sido una prueba de ello. Bueno, ordenaría aquella caja llena polvo y luego la llevaría a comer y trataría de sacarle su lado más divertido y sincero. Pero nada de besos. Se comportaría como un caballero. Podría resistir la tentación… Por su propio bien.


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