miércoles, 10 de marzo de 2021

Enemigos: Capítulo 69

Pedro la besó de nuevo en la boca, silenciándola. Entregada al beso, no quiso que nada lo estropeara. Pero no podían mantener los secretos por mucho más tiempo.


–¿Has dicho a mi padre que estamos casados? –preguntó Paula.


–¡Casados!


Los dos volvieron la cabeza y vieron a Miguel y Alejandra de pie cerca de la puerta. Pedro se quejó. Querían estar solos en ese momento, pero no parecía posible. Él encaró a su suegro.


–Sí, Paula y yo nos casamos en Las Vegas.


Miguel le atravesó con la mirada.


–No digas tonterías.


–Sí, lo hicimos –Pedro sonrió–. Estoy loco por tu hija.


–¿Y de qué van a vivir?


–Déjalo, Miguel –pidió Alejandra, después se volvió a la pareja y sonrió–. ¿No te das cuenta de lo felices que son? Nada de lo que has hecho les ha separado. Has perdido. Y si sigues siendo tan obcecado, vas a perder mucho más –le lanzó otra mirada de advertencia a su marido.


Alejandra se acercó a abrazar a su hija.


–Oh, Paula –dijo con congoja–. Quería que tuvieras una boda por todo lo alto, pero me conformaré con organizar una fiesta familiar –tenía lágrimas en los ojos cuando fue a abrazar también a Pedro–. Sé que la quieres y que cuidarás de ella.


–Sí, señora Chaves, ya lo hago y lo seguiré haciendo.


–Eso es lo único que desea una madre.


–Eso no es lo único –dijo Miguel–. Paula, la empresa de construcción de este hombre no está asentada.


–Pero lo va a estar, papá –dijo Paula–. Nos han ofrecido un proyecto en Las Vegas.


Pedro miró a su mujer.


–¿Han aceptado el presupuesto?


–Esta mañana –dijo ella asintiendo con la cabeza–. Tienes que llamarles mañana –sus ojos verdes brillaron de ilusión.


–Parece que empezamos a tener futuro –Pedro besó a Paula con ternura.


De repente un revuelo les hizo soltarse. Miraron a la puerta y vieron a la sirvienta anunciar la llegada de los Alfonso. Federico, Vanina y Ana entraron al patio.


–Queríamos asegurarnos de que todo iba bien –dijo Ana–. ¿Ya saben que están casados? 


Alejandra fue hacia donde estaban los recién llegados.


–Sí, es una noticia estupenda. Tendríamos que brindar por los novios – miró a la sirvienta–. Beatríz, por favor, ¿Puedes traer una botella de champán? –se fijó en la tripa de Vanina–. Y trae también sidra.


–Al menos tu madre parece contenta con nuestro matrimonio –susurró Pedro a Paula.


–Estoy más preocupada por mi padre –dijo ella mientras miraba a Chaves.


Pedro se fijó en él, estaba allí de pie solo. Seguía sin dar su brazo a torcer.


–Me gustaría poder hacer algo para que no estuviera así –dijo Pedro.


Paula le acarició la cara.


–Lo sé. Y aún te quiero más por ello. Pedor, hay algo más que tengo que decirte. Algo que no teníamos previsto –se le encogió el estómago–. La razón por la que fui a verte esta mañana es…


El ruido del corcho del champán y los gritos de alegría la interrumpieron. La sirvienta llenó las copas y las repartió. Fue Vanina quien llevó a Paula una copa de sidra.


–¿Se lo has dicho a él? –preguntó a Paula.


Pedro frunció el ceño cuando escuchó la conversación entre las dos mujeres.


–¿Decirme el qué? 

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