lunes, 8 de marzo de 2021

Enemigos: Capítulo 62

 –Maldita sea, esta vez no se va a escapar –gritó Pedro cuando salió a toda prisa detrás de él. 


El tipo era rápido y estaba en forma, pero Pedro conocía el lugar y estaba empujado por la rabia y la adrenalina… Y el hecho de que no podría sacar adelante su empresa de construcción si ese tipo seguía destruyendo las casas y los materiales. Tenía que pararle. La persecución estaba servida, los dos pasaron por un campo de árboles hasta que llegaron a un claro iluminado por la luz de la luna. Estaba motivado por su determinación y por tener su objetivo a la vista. Y lo iba a atrapar. Tenía que hacerlo. Tenía que estar en condiciones de arreglar las cosas con Paula. Por encima de todo la quería a ella. De repente aceleró al límite. Se abalanzó sobre el intruso, le echó mano y le empujó al suelo. El intruso luchaba con todas sus fuerzas, dando patadas y puñetazos, pero Pedro le sacaba más de diez kilos. Consiguió sujetar a su oponente hasta que Federico y los guardias de seguridad llegaron. Mientras lo tenía bocabajo, Federico llevó las manos del vándalo hacia atrás y le puso las esposas.


–Tiene derecho a permanecer callado, tiene derecho… –Federico empezó a recitar mientras lo levantaba.


Pedro no podía esperar más para ver quién era el que había ocasionado tanto daño. Agarró el pasamontañas y se lo quitó de un tirón, para encontrarse cara a cara con Gonzalo Chaves.


–Que me maten… –susurró Pedro.


El chico se esforzó por soltarse.


–No pueden hacer esto. Ya verán cuando mi padre se entere –dirigió la mirada a Federico–. Te quitará la placa.


–Se la puede quedar. Me faltan unos meses para retirarme. Ahora mismo estoy preocupado por tí. ¿Tienes la más mínima idea del lío en el que te has metido, hijo?


La actitud del chico se hizo más desafiante.


–No me preocupa, mi padre me sacará.




Eran algo más de las seis de la mañana cuando Paula paró su vehículo en el estacionamiento de la obra. Todavía no estaba segura de si iba a poder hablar frente a frente con Pedro, dada la noticia. El día anterior por la mañana, ante la insistencia de Vanina, se había hecho la prueba del embarazo. El resultado había sido positivo. Cuando el shock inicial remitió, se dió cuenta de que estaba contenta con la idea de tener un niño de Pedro. Sin importarle las consecuencias. En ese momento vió el coche patrulla de Federico estacionado al otro lado de la caseta oficina. ¿Qué estaba haciendo por allí tan temprano? Cuando empezó a subir los escalones, vió el coche de su padre entrando en la obra.


–Oh, no, ahora no –murmuró ella. No quería otro enfrentamiento con él–. Papá, ¿Qué estás haciendo aquí?


–Maldita sea, de eso es de lo que me voy a enterar bien –dijo él cuando se dirigía a la caseta–. Después iré a reunirme con los otros promotores de Paradise para deshacernos de Alfonso.


Paula respiró hondo.


–¿Por qué no esperas hasta escuchar lo que tiene que decir Pedro antes de tomar ninguna decisión?


Miguel Chaves miró airadamente a Paula.


–Y tú tienes que superar el encaprichamiento que tienes con él. No tiene ningún futuro.


–Mi vida personal es asunto mío –soltó una bocanada de aire y abrió la puerta. 


Pedro estaba de pie al lado de su mesa. Parecía cansado. Su ropa estaba arrugada, y tenía una barba de dos días por toda la mandíbula. Para ella nunca había estado tan guapo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario