viernes, 26 de marzo de 2021

Te Quise Siempre: Capítulo 34

Tras unos segundos el beso pareció desvanecerse. Aquello no había sido tan divertido como esperaba. Era más divertido un picnic el Cuatro de Julio o un bonito cachorro o una tarde de invierno jugando al Trivial Pursuit. No fue divertido, pero sí intenso y peligroso. Y tan emocionante como descender los rápidos de un río salvaje o saltar de un avión con un paracaídas que no se sabe si se abrirá o no. Eso formaba parte del don que ella tenía de hacer todo al revés cuando estaba con él. Se había propuesto demostrarle que él ya no tenía ningún poder sobre ella y había conseguido todo lo contrario. Pero eso él no tenía que saberlo. Sus labios le habían revelado todo lo que ella había echado de menos cuando le dió el «sí» a la persona equivocada y compró un vestido de novia y reunió aquellas fotos. Los labios de Pedro tenían el sabor de la miel y de los sueños, eran como gotas de rocío y de esperanza. Le había dicho a Franco que necesitaba tiempo para pensarlo, que echaba algo de menos. Paula se apartó de Pedro, temblorosa de su descubrimiento. La verdad que había estado tratando siempre de ocultarse a sí misma se presentaba ahora ante ella con toda su crudeza. La verdad era que había estado a punto de casarse con Franco porque ella nunca había querido sentir el amor tan profundamente como lo habían sentido en casa de sus padres. Sólo había buscado la seguridad de esa institución llamada familia, sin poner en juego sus emociones ni sus sentimientos, para no correr el riesgo de ser víctima de ellos y ver su corazón roto en mil pedazos. Y Franco nunca le habría exigido que le entregara su alma y su corazón. ¿Y el hombre que tenía delante? Con él nunca estaría segura. Él sí la exigiría la entrega absoluta de su alma y su corazón. Pero ella, con su predisposición a hacerlo todo al revés, se había enamorado de un hombre que nunca llegaría a amarla, un hombre que se había buscado la excusa perfecta para no amar a nadie.

 

—Bueno —dijo ella, aparentando serenidad—. ¿Te he parecido suficientemente espontánea?


—Me has parecido de una espontaneidad realmente explosiva — respondió él con una mirada penetrante.


Paula creyó percibir que había conseguido inquietarle. Lo que no podía asegurar era si lo había hecho en el sentido adecuado. Su mirada era inescrutable. Se sintió insegura y prefirió relajar el ambiente.

 

—Volvamos al trabajo —dijo ella con firmeza.

 

Lo que quería era volver de nuevo a su escondrijo, al agujero donde ella se sentía segura entre papeles y archivos polvorientos, reminiscencias de mundos pasados que estimulaban su imaginación, que la hacían sumergirse en un mundo ficticio cuando su propia vida le parecía demasiado triste, cuando la insufrible brecha que se abría entre lo que ella deseaba y lo que podía tener se le hacía imposible de superar. Pero no iba a ponerse a llorar. 

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