viernes, 19 de marzo de 2021

Te Quise Siempre: Capítulo 16

  —¿Qué ha dicho? —le preguntó a Paula inocentemente.

 

—Que no pareces ser un hombre al que le interesen las flores — replicó ella mirando a su abuela.

 

—¿Y qué clase de hombre parezco yo? —le preguntó él directamente a Sara.

 

Se sentía a gusto sentado allí junto a Paula. Se sorprendió de lo agradable que podía resultar algo tan simple como estar sentado en un porche junto a una chica sin maquillaje, ni perfume y sin haber pasado por la peluquería.  Ella trató de esconder las piernas bajo el mantel de la mesa, pero él pudo observar, antes de que lo hiciera, que llevaba pintadas las uñas de los pies de un color rosa como el algodón de azúcar. Se sintió de nuevo conmovido por su inocencia. Sintió haberse perdido algo durante aquellos años. En el mundo de Bruno Lancaster no había lugar para la modestia. Las mujeres se sentían atraídas sólo por el poder y el dinero de los tipos que él tenía la misión de meter entre rejas, y sólo aspiraban a llegar a ser modelos de lencería o actrices. Estaban siempre bronceadas y muy arregladas, llevaban mucho maquillaje y muy poca ropa, y se habían hecho multitud de operaciones para mejorar su aspecto físico. Eran superficiales, materialistas y manipuladoras. Durante cuatro años había estado rodeado de mujeres que recordaban a las muñecas de compañía de los viejos gánsteres de la mafia. Sus colegas le envidiaban el estilo de vida que fingía llevar, pero él había sentido una profunda amargura en su alma.

 

—Pareces un hombre —contestó Sara, empezando en inglés y continuando luego en alemán— que podría ser capaz de cambiar con un beso el plomo en oro.

 

—Dice mi abuela que pareces un hombre con mucho apetito —dijo Paula sin titubear—. Le gustaría que comieras algo.


La mesa estaba repleta de cruasanes y bollos, mermeladas caseras, fruta fresca y zumos. Todo le parecía maravilloso después de la vida que había llevado en aquel mundo del que venía.

 

—Tome algo —insistió ella—. Un hombre como usted necesita estar fuerte —añadió en alemán.


 —Basta ya abuela —dijo Paula en alemán—. Sé buena.

 

—Se supone que yo soy la señora mayor, no tú —murmuró Sara, con obstinación—. Fíjate en sus labios —dijo en alemán, sonriendo—. Son perfectos para… —buscó la palabra en alemán, pero acabó diciéndola en inglés— derretir a cualquier mujer.


 —Dice que te diga que la mermelada de frambuesa está para derretirse —dijo Paula, algo ruborizada, a Pedro—. Aunque creo que lo que quiere decir es que está para morirse.


 —Sí, eso —dijo la señora Chaves—. Para morirse.

 

—Tiene que ser sin duda una mermelada estupenda —dijo él, riéndose. 

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