viernes, 5 de marzo de 2021

Enemigos: Capítulo 58

Pasó una semana más, y la tristeza de Paula no había hecho más que empeorar. Las noches habían sido especialmente duras, ya que el sueño la había abandonado. No podía dormir porque tenía el pensamiento ocupado con Pedro y los recuerdos de su noche de pasión en Las Vegas. Y si por fin se quedaba dormida, soñaba con él. Era todo lo que tenía de él. Se mudó otra vez al pequeño departamento situado encima de la cafetería, en busca de intimidad y tiempo para estar sola. Antes había funcionado. Su padre no podría irritarla, aunque tampoco estaba Pedro. Nunca en la vida se había encontrado tan sola. La melancolía de Paula fue interrumpida por alguien que llamó a la puerta. Se levantó de la cama y se miró un momento en el espejo. Gruñó, estaba hecha un desastre, y sobre todo sin ninguna gana de tener compañía o escuchar una de las charlas de su madre para animarla. Abrió y se llevó una sorpresa al ver a Vanina Alfonso. La pequeña rubia estaba muy mona con una camiseta rosa y pantalones vaqueros de tirantes, a pesar de los cuales se podía notar la tripa redondita. Llevaba el pelo recogido atrás con una coleta.


–Vanina.


–Hola, Paula. Sé que es odiosa la gente que se presenta sin avisar.


–Creía que era mi madre con otra cacerola de comida.


Vanina sonrió tímidamente y le dió una caja de dulces.


–Te he traído unos donuts de chocolate que están para morirse.


A Paula se le hizo la boca agua, al mismo tiempo que en su estómago sintió algo de náuseas.


–No te quedes ahí, entra –se echó a un lado–. No hagas caso del desorden.


–Eh, este departamento me recuerda cosas –los ojos de Vanina se llenaron de emoción mirando alrededor de la habitación–. ¿Sabías que cuando vine por primera vez a la ciudad, Federico convenció a Jorge para que me dejara vivir aquí y me diera trabajo?


Paula recogió algunos papeles de encima de la cama, que estaba todavía sin hacer. Negó con la cabeza.


–Jorge es buena persona –estiró el edredón sobre las arrugadas sábanas–. Siéntate aquí. No tengo mucho para ofrecerte –dirigió la mirada a la tripa de Vanina–. Y café no puedes tomar, ¿O sí?


–Si quieres que te diga la verdad, los donuts son sólo una excusa para venir a verte.


–Tú no necesitas ninguna excusa, Vanina.


Vanina levantó las cejas.


–Puede que cambies de opinión después de escuchar lo que te voy a decir – Paula tomó aire–. Normalmente no me meto en estas cosas, pero no puedo quedarme ahí viendo que dos personas que quieren estar juntas están separadas. Quiero a Pedro como si fuera un hermano y está muy triste. Y creo que es por tí.


A Paula se le puso un nudo en el pecho.


–Nunca fue mi intención…


–Ya lo sé –dijo Vanina, con un semblante triste y frustrado–. Fede me ha dicho que no debería meterme en nada de lo que ocurra entre ustedes dos.


Paula estaba muy sensible para mantener esa conversación.


–Por favor, no quiero hablar de Pedro.


–Lo entiendo, pero tengo que decirte algo. Sé lo que es estar en medio de dos partes enfrentadas. Durante la mayor parte de mi vida, dejé que mi padre me dictara y manipulara para hacer lo que él quería. Yo quería con tantas ganas que él me quisiera que acabé haciendo todo lo que a él le agradaba – parpadeaba para contener las lágrimas–. Al final estuvo a punto de costarme a Fede. 

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