viernes, 5 de marzo de 2021

Enemigos: Capítulo 57

Parpadeó y se levantó para ofrecer a su madre el sitio de al lado.


–Cualquiera te dice que no.


–Alguien tiene que mirar por tí.


Pedro a su madre no sólo la quería, también la respetaba y la admiraba.


–Es agradable saber que por muchas veces que te irrite siempre me quieres.


La madre de Pedro puso cara de sorpresa.


–Si hubiera sabido que era la hora de ponerse melancólico, habría traído el violín.


–No te metas conmigo, he tenido una semana mala.


–Yo no he tenido una, he tenido muchas. ¿Quieres que comparemos?


Pedro intentó formar una sonrisa, pero no pudo.


–Creo que ganarías.


–Así es. También he tenido un montón de cosas buenas en mi vida. Ustedes mis hijos, por ejemplo. Han prosperado mucho. Su padre estaría orgulloso. Así que no dejes que una persona lo ensombrezca.


No hizo falta mencionar el nombre de Miguel Chaves. La camarera se acercó y tomó nota de lo que querían. Cuando se fue, Pedro continuó.


–Pero estoy perdiendo dinero y tiempo en este proyecto. No puedo gastarme más dinero en contratar más seguridad.


–Por eso has estado quedándote en la obra por las noches. No puedes seguir sin dormir, Pedro –Ana movió la cabeza de un lado a otro–. ¿Qué piensa Paula de que te quedes a dormir allí?


Pedro miró hacia otro lado. Su madre era muy buena intuyendo. 


–Paula está más cerca de su padre estos días.


Ana suspiró.


–Parece ser que Miguel utiliza su enfermedad para mantenerla alejada de tí. Quizá haya algo que pueda hacer por tí.


–Mamá, Paula y yo no estamos precisamente viéndonos estos días.


–Eso significa que has permitido a Miguel entrometerse entre ustedes.


–No tuve mucha oportunidad de hacer algo al respecto.


Su madre no parecía convencida.


En ese momento Jorge salió de la cocina.


–Hola, Pedro.


Cuando miró a la madre la cara de Jorge se puso más tierna.


–Hola, Ana, ¿Cómo van las cosas?


–Mi hijo se estaba poniendo testarudo –dijo ella–. A veces los hombres no ven lo que tienen delante de ellos. Me tengo que ir –dijo finalmente la madre– . Anula lo que he pedido, Jorge. Te veré más tarde, hijo –le dió un beso y se dirigió a la puerta.


Pedro frunció el ceño.


–¿Qué ha pasado ahora?


Jorge miró cómo se iba Ana Alfonso pasando por delante de la cafetería.


–Digamos simplemente que poder saber lo que una mujer se trae entre manos es uno de los misterios de la vida –después volvió a mirar a Pedro y sonrió–. También es una de las cosas maravillosas que las hace tan interesantes.


Pedro vió en el espejo que Paula y su madre se levantaban de la mesa. Se le aceleró el corazón cuando su mujer se paró en la puerta y miró hacia atrás para buscarlo con la mirada. Se contuvo para evitar ir hasta ella, estrecharla en sus brazos, y prometerle que todo saldría bien para ellos. Pero no podía hacer eso, todavía no. Tenía que sacar adelante la obra como fuera antes de poder ofrecerle un futuro. 

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