miércoles, 3 de marzo de 2021

Enemigos: Capítulo 52

Tardaron sólo diez minutos en llegar a la obra en el coche patrulla de Federico. Antes de que se detuviera el coche, Pedro ya estaba abriendo la puerta. Cruzó deprisa la parcela para valorar los daños y encontró al guarda de seguridad, Adrián, hablando con Carlos, el ayudante del sheriff.


–¿No los han podido ver al menos? –preguntó Pedro.


Adrián negó con la cabeza.


–Lo siento, Pedro. Gerardo y yo los seguimos hasta lo alto de la montaña –el guarda señaló más allá de donde acababa la fila de chalés–. Oímos arrancar un todoterreno y salieron pitando.


–Maldita sea –Pedro estaba harto–. ¿Por qué hacen esto? ¿Qué sentido tiene? Si al menos robaran algo de valor tendría más lógica. Pero lo único que hacen es destruir.


Pedro percibió que Paula se acercaba a su lado.


–Cuando sea de día, quizá Fede habrá podido averiguar algo más –dijo ella.


Pedro asintió con la cabeza. Por muy desesperado que estuviera por obtener respuestas, no las iba a tener esa noche.


–Vamos a ver los daños –se dirigieron hacia el trío de casas de dos plantas de estilo Tudor. 


Tomó la mano de Paula según se dirigían cuesta arriba hacia uno de los chalés de exposición prácticamente acabado. Agarró una linterna grande que le ofreció Adrián y la dirigió a la fachada de la casa, donde ya no estaba la cristalera de plomo y cristal biselado. Alumbró alrededor y vió que parte de la fachada de madera había sido astillada.


–Oh, no. Ésta iba a ser nuestra primera casa piloto. La han estado acabando por dentro esta semana para tenerla abierta el próximo mes –levantó la luz a la planta de arriba y encontró más daños–. ¿Cómo vamos a volver a montar estas cristaleras a tiempo? Eran de encargo. Tardaron semanas en traerlas – murmuraba más para sí mismo que para los demás.


Paula permaneció a su lado.


–Puedo contactar con gente que conozco.


La frustración le hizo oponerse.


–¿Y para qué va a servir? Volverán otra vez y harán otra cosa. Maldita sea, no puedo seguir reparando todo. Esto se va a comer las ganancias a este paso. 


Un par de faros alumbraron la zona cuando un turismo llegó, Miguel Chaves salió de él.


–Fantástico, lo que me faltaba –gruñó Pedro.


Paula enseguida soltó el brazo de Pedro y fue al encuentro de su padre. Sin mediar palabra, Chaves le quitó la linterna a Pedro y se dirigió a la casa. Pasados treinta segundos por fin dijo algo mirándolo.


–Tú eres el culpable de esto. Deberías estar concentrado en este proyecto, y no en Las Vegas en busca de otra obra.


Pedro no podía aguantar más.


–Esto es lo que a tí te gusta, Chaves, ¿No es así? Te gusta incluso más que criticarme. Que yo quede mal.


–No es mi problema si tú no eres capaz de llevar a cabo este proyecto.


Federico interfirió. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario