lunes, 29 de marzo de 2021

Te Quise Siempre: Capítulo 39

Su abuela dió la aprobación a su aspecto pero no a su plan de ir a tomar un helado y montar en bicicleta.

 

—Le encantan los helados, abuela, siempre le han gustado mucho.

 

—¡Bah! ¿Y tienes que ir en bici para tomar un helado? Te pondrás sudorosa y hecha un adefesio. ¿Y el pelo? ¡Vaya pelo que llevas! Me recuerdas a la mujer a la que compraba habitualmente el pescado —dijo Sara en alemán mientras se dirigía a abrir la puerta—. Hola Pedro —dijo en inglés, y añadió en seguida de nuevo en alemán mirando a su nieta—: Murió en la soledad más absoluta.

 

—Pudo haber sido por el olor del pescado que llevaría siempre consigo —dijo Paula en inglés. 


Pedro entró y Paula se preguntó de inmediato muy preocupada quién habría llegado, si el vecino despreocupado de siempre, o el nuevo Pedro. Era este último. Había algo extraño en él. La sonrisa de sus labios no encajaba con la expresión de su mirada.


 —¿Todo va bien? —preguntó él.

 

—Sí, muy bien —respondió ella, mirándole más detenidamente.


 Algo le pasaba. Y se propuso tratar de encontrar la razón de aquella extraña mirada.

 

—¿Cómo van las cosas con tu padre? —le preguntó mientras bajaban por la escalera del porche.


 —¿Por qué no me lo dices tú? ¿Cómo van las cosas con mi padre? ¿Cómo se las arregla él solo en esa casa?

 

—No tienes por qué preocuparte. Tu padre sabe arreglárselas perfectamente.

 

Pedro se montó en su vieja bicicleta de mujer y observó con descaro las piernas de Paula mientras ella se subía a la suya.

 

—Las cosas con mi padre van bien, si pasamos por alto el pequeño detalle de haber estado a punto de prender fuego a la casa —añadió él mientras pedaleaban juntos por la calle—. ¿Por qué no me cuentas lo que pasó?


Se habían cambiado los papeles, pensó ella. Él estaba siendo el inquisidor, el que hacía las preguntas.

 

—¡Yo no me dedico a espiar a tu padre!

 

—Tú sabes lo que pasó —dijo él mirándola.

 

Sí, lo sabía. Pero el doctor Alfonso le había pedido encarecidamente que no dijera a Pedro que él y su abuela habían sido sorprendidos en una situación bastante comprometedora cuando se inició el fuego en la casa. También le había pedido la última noche, justo antes de salir a cenar con Sara, que no le mencionara para nada la relación que mantenía con su abuela.

 

—Pero ¿No cree que él se dará cuenta de todos modos? —le había preguntado ella.

 

—Cuento contigo para que le entretengas y se ocupe de otras cosas —le había dicho el doctor Alfonso con una sonrisa.


 —Pero ¿Por qué no quiere decírselo?

 

—Lo vería como una traición a su madre. Pedro es un hombre al que le gusta estar solo. 

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