lunes, 22 de marzo de 2021

Te Quise Siempre: Capítulo 21

Y el beso logró su objetivo. Paula le miró sorprendida con los ojos como platos como si Franco se hubiese evaporado en su presencia. Se pasó la lengua por los labios, al tiempo que se le nublaban los ojos con un sentimiento de añoranza y deseo.  No. No importaba lo que pudiera haberla convencido. Estaba claro: Ella no amaba a Franco Hamilton, ni nunca le había amado.


 —Bueno, Paula —la voz de Franco había perdido por completo su arrogancia—. Serás bienvenida si asistes a la fiesta. Puedes llevarte a tu nuevo amigo si lo deseas.


 —Haremos lo posible por ir —dijo Pedro con mucha naturalidad.

 

Franco se subió al coche, arrancó y salió haciendo rugir el motor como si tratase de probar así que su nivel de testosterona era muy superior al del hombre que se había quedado en el porche.

 

—¿Eran para derretirse? —preguntó Sara, en una mezcla de alemán e inglés.

 

—¿El qué? —dijo Paula, desconcertada.

 

—¡Sus labios!

 

—No… sí —respondió cerrando los ojos sin saber muy bien qué decir—. ¡Abuela! ¡Vale ya!

 

Luego se volvió hacia Pedro, ya más segura de sí misma.

 

—¿Por qué hiciste eso?


Él trató de no sonreír. Paula era para él transparente. Todo estaba escrito en ella. Todo giraba en torno a un sí o a un no, a parar o a seguir, a pegarle o a darle las gracias. Como también llevaba escrito que aquel beso le había calado en lo más profundo de su alma. Pero lo que él no sospechaba era que también a él le había producido una sensación similar.

 

—Tu ex se estaba regodeando por la desazón que te había producido su llegada —contestó él—. Eso me fastidió mucho.


 —¿Cómo supiste que era mi ex? —preguntó ella, aterrada.

 

—Tengo el don de leer en la gente. Me alegra que sea ya tu ex, pero la verdad es que me trae sin cuidado.


Su abuela se rió por lo bajo en señal de aprobación mientras Sophie le dirigía una mirada severa.

 

—Sólo le viste unos treinta segundos.

 

—Como te he dicho —dijo Pedro, haciendo un gesto simpático—. Tengo el don de leer en la gente.

 

—Además de besar muy bien —insistió Sara en alemán.

 

—Basta ya, abuela —dijo Paula en inglés.

 

—¿Basta de qué? —preguntó Pedro inocentemente.

 

—Deja ya de salir en mi defensa, Pedro. Ya no tengo quince años. Y no necesito tu ayuda para resolver mis aventuras personales.

 

—Fue sólo un impulso —dijo él—. No volverá a pasar. A menos que tú quieras —añadió sin poder evitar una sonrisa irónica.

 

—Yo sí quiero —dijo Sara, en inglés, con una mirada de malicia, tocándole a Pedro la mano—. La ciudad entera está hablando de Paula y de él. Me gustaría más que hablaran de ella y de tí. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario