miércoles, 10 de marzo de 2021

Enemigos: Epílogo

Seis semanas más tarde, Pedro miraba cómo Federico bailaba con Paula en el salón de baile del Club Social de Haven. Aunque los dos habían convencido a Alejandra para no hacer una ceremonia de bodas, tuvieron que ceder para hacer una fiesta un poco menos formal. Así que ahí estaba Pedro, en el club social con un esmoquin alquilado viendo a su mujer bailar con cada uno de los hombres. La música cesó un momento y fue directamente donde estaba la pareja. Federico le frunció el ceño.


–Te he dicho que cuidaré bien de ella. Sé cómo tratar a futuras mamás.


–Seguro que sabes –dijo Paula.


El instinto protector de Pedro le impulsó a abrazar a su mujer contra sí.


–Quiero ser yo el que te cuide.


–Ya lo haces –se puso seria–. Pedro, ya hemos hablado de esto. No necesito que me mimen.


Empezó una balada lenta, y se agarraron.


–Me gusta mimarte, Paula. Te quiero.


Ella se echó sobre el pecho de Shane.


–Yo también te quiero. Y cuidas de mí muy bien.


–Díselo a tu padre. Me mira como un ave rapaz. Me ha advertido que si no te cuido bien caerá sobre mí.


–Estoy tan contenta de que tú y mi padre se puedan tratar. Bueno, más o menos –dijo Paula con ojos esperanzados.


Pedro forzó una sonrisa.


–Sí, estamos en ello –él dudaba de que alguna vez fuera a sentirse bien con ese hombre, pero habían declarado una tregua. 


Miguel había manifestado que Pedro nunca sería lo bastante bueno para su hija. Pedro se acercó más a su mujer.


–Voy a demostrar a tu padre que está equivocado, Paula.


Ella se separó y sonrió.


–Al único que tienes que demostrar algo es a tí mismo. Has conseguido tanto en los dos últimos años… Con Paradise Estates a punto de acabarlo, gran parte de las viviendas vendidas y los promotores que quieren que Alfonso Construction gestione la siguiente fase, yo diría que eres un valor en alza.


A Pedro lo habían pillado por sorpresa cuando lo tantearon para otro proyecto. Él les dijo que estaba comprometido para los siguientes seis meses en Las Vegas.


–Sí, los dos estamos en ascenso –dijo Pedro, moviéndose al ritmo de la música–. Tú eres mi compañera en todo, Paula –le dió un largo beso en su tentadora boca.


Paula nunca había sido tan feliz en su vida. Tenía a Pedro, al bebé de ambos y una vida juntos.


–Me gusta cómo suena eso.


–Lo que me preocupa es que vayas a trabajar mucho estando embarazada. Y no tenemos ni siquiera una casa. Mi departamento es muy pequeño.


Ella lo besó otra vez.


–Mi casa está donde tú estés. Y tenemos más de seis meses para encontrar casa.


–De eso es de lo que quiero hablarte –empezó a decir, y después levantó la vista–. Bueno, me pregunto qué querrán –hizo una señal a Paula para que mirara hacia atrás. Ella miró y vió a la familia Alfonso que iba hacia ellos–. Creo que es hora de que nos escapemos.


–Pedro, eso es grosero. Tu familia quiere participar de nuestros buenos momentos.


–Vale –dijo Pedro gruñendo–. Pero en diez minutos nos vamos –le guiñó el ojo de manera sexy a Paula–. Nuestra luna de miel espera.


Antes de que Paula pudiera seguir hablando con Pedro, la madre de éste, Jorge, Federico y Vanina aparecieron con Carolina a la cabeza. Su hermana tenía muchas ganas de contar algo.


–Pedro, Paula, no se van a creer quién va a trabajar en la película.


–¿Tom Cruise? –dijo Pedro medio en broma.


–No. Camden Peters –dijo Carolina. 


–¡Camden Peters! –exclamó Paula sorprendida.


–¿No es estupendo? –dijo Vanina–. Es tan sexy.


–Eh, dicen que está cerca de los cuarenta –comentó Pedro.


Su madre lo miró.


–Los hombres sólo mejoran con la edad, y Camden Peters se está metiendo en años muy bien.


Para Pedro ya era suficiente. Tomó a su mujer de la mano y la sacó de la

discusión.


–Ustedes continúen –dijo al grupo–. Paula y yo tenemos que ir a ver al resto de los invitados –era mentira.


Pedro llevó de la mano a Paula a través del salón de baile. Los pararon varias veces para felicitarles, gente a la que él no había visto nunca. Por fin consiguieron salir fuera, a un solitario balcón iluminado por la luz de la luna.


–Ya tenía ganas de dejar de hablar de ese Camden –dijo Pedro.


–Oh, estás celoso. Eso es lo que necesita una embarazada, sobre todo cuando su cintura va desapareciendo rápidamente.


Pedro recorrió con la mirada a su alta y esbelta mujer.


–Estás muy guapa, ahora que estás embarazada incluso más –le puso la mano en la tripa todavía lisa–. Y no importa cómo te pongas de gorda, siempre estarás sexy para mí.


Ella le acarició la cara.


–Eres un buen marido y serás un buen padre. Y muchas gracias por ayudar a Gonzalo. Ya no es el que era gracias a tí.


–Ahora estoy preocupado con proporcionarles un techo a tí y al bebé.


–La verdad es que no planeamos tener familia –afirmó Paula.


–El regalo de boda de tu padre podría ser una solución a nuestro problema de vivienda.


Pedro no estaba seguro de querer aceptar la generosidad de Chaves, pero tenía una familia en la que pensar.


–Tu padre nos ha ofrecido uno de los chalés piloto. El número seis –vio cómo se abrían los ojos verdes de su mujer. Pedro sabía que de todos los modelos ése había sido el diseño favorito de ella.


–Oh, Pedro –tragó saliva para contener el entusiasmo–. ¿Qué te parece a tí eso?


–Al principio estaba molesto porque se supone que tengo que dar un hogar a mi familia. Después me he dado cuenta de que el gesto de tu padre es una manera de poner paz entre las dos familias. Ahora que estamos todos ligados por este bebé.


–Nos ha caído una bendición –dijo Paula sonriendo.


–Eso parece –balbuceó Pedro, casi no podía controlar la emoción–. ¿Quieres que aceptemos la casa de Paradise Road?


–Suena como un sitio perfecto para empezar nuestras vidas.


Pedro abrazó a su mujer y la besó, para que ella supiera cómo se sentía. Sí, era afortunado. Tenía a la mujer que amaba y a un bebé de camino. Su empresa empezaba a despegar. Y la enemistad Chaves-Alfonso era cosa del pasado. 





FIN

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