miércoles, 3 de marzo de 2021

Enemigos: Capítulo 54

A Paula le hizo daño su falta de confianza en ella. No le debería resultar tan extraño, Pedro ya le había hecho daño antes. Se había vuelto contra ella antes. Ya tendría que tener aprendida la lección. ¿Cómo iba a ser capaz de pensar que podría haber futuro para ellos?


–Yo tampoco lo estoy.


De pronto oyó que alguien la llamaba, miró hacia atrás y vió a su padre apoyado contra el coche. Parecía agotado.


–Tengo que llevar a mi padre a casa –hizo una pausa esperando que Pedro dijera que lo sentía y la abrazara.


–Nos hemos equivocado, Paula. Aun casándonos la enemistad familiar no acabará. Miguel Chaves no me va a aceptar nunca –Pedro apartó la vista de ella cuando su padre la llamó otra vez–. Más vale que vayas.


A Paula se le encogió el corazón. Sin embargo, no esperó a que se lo dijera dos veces.


–Adiós, Pedro –esforzándose por no llorar, se fue. ¿Qué iba a hacer ella ahora? ¿Cómo se iba a recuperar de un segundo trauma sentimental?




Pedro llegó temprano a la obra a la mañana siguiente para verse con Federico en Rock Ridge, la montaña por donde habían escapado los que hicieron los destrozos. Peinaron cada palmo de terreno y encontraron varios casquillos de rifle. Federico los metió en bolsas de plástico para las huellas dactilares. Pero a menos que los vándalos estuvieran fichados no serviría de mucho.


–Sé que no es mucho, pero podríamos tener suerte –dijo Federico.


–No voy a depender de la suerte por más tiempo. Me voy a venir a vivir a la caseta oficina hasta que acabe este trabajo. Y no voy a dejar que nadie toque lo que es mío –lo decía pensando más en Paula que en el proyecto.


–¿Todavía crees que Miguel tiene algo que ver?


–No creo que él se pringue directamente, pero sería capaz de contratar a alguien –Pedro suspiró–. Si fuera cosa de chavales, ¿No se habrían cansado ya?


Su hermano lo miró.


–Tienes que tener cuidado, Pedro. Si son profesionales podrían ser duros de pelar.


–Tengo que poner fin a esto.


–Como te he dicho, ten cuidado –Federico hizo una pausa–. Me dirás que no es asunto mío, pero me da la impresión de que lo tuyo con Paula va en serio.


Tan en serio que se habían casado. 


–Si me lo hubieras dicho hace veinticuatro horas, así lo hubiera creído.


Su hermano le dió una palmadita en la espalda.


–Si necesitas hablar con alguien, aquí me tienes –empezaron a caminar de vuelta al coche.


–Gracias, pero no creo que hablar vaya a servir de algo –dijo Pedro.


–Como dice mi adorable esposa, «Así hablan los machotes tercos» –Federico sonrió mientras subía al coche patrulla para dirigirse a la ciudad.


Pedro miró al sitio donde Paula solía estacionar su coche. Estaba vacío. Después de las cosas que le había dicho, no podía recriminarla por no hacer acto de presencia ese día. Todo lo que él quería era que su mujer estuviera a su lado. ¿Era mucho pedir? Quizá sí, habiéndose comportado como un borrico. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario