lunes, 15 de marzo de 2021

Te Quise Siempre: Capítulo 6

 No, era otra cosa, oculta, imposible de definir, primitiva como el sonido de un tambor, que tenía la virtud de dejarla embobada. Desde el día que su familia se trasladó a la casa vecina a la de los Alfonso, se había dedicado a adorar e idolatrar a aquel vecino suyo cinco años mayor que ella. Divertido y atrevido, Pedro Alfonso había sido siempre demasiado excesivo en todo para el apacible y tranquilo pueblo de Sugar Maple Grove. Demasiado aventurero, demasiado impaciente, demasiado activo y vital.  Su padre, el médico del pueblo, había sido por el contrario un hombre convencional. Algo que Pedro había detestado. Para decepción del doctor Alfonso, él no había querido seguir la tradición familiar, había dejado la universidad y se había alistado en el ejército, dejando su ciudad natal sin volver la vista atrás. Paula se alegró tanto como los propios padres de Pedro, cuando éste regresó a Estados Unidos después de un largo período de actividades por el extranjero. ¿Cuándo había sido aquello? ¿Hacía cinco años? No, tenía que haber sido un poco más, porque él estaba fuera del país cuando murieron los padres de ella. La verdad era que Pedro nunca había vuelto realmente. Para desolación de su madre, cuando estaba a punto de celebrar el fin de su arriesgada misión y su vuelta a casa, se había alistado a un grupo internacional de soldados de élite, conocido como FREES. Pasaba la mayor parte del tiempo entrenándose en la costa oeste y en países extranjeros o en arriesgadas misiones de alto secreto. Ella sabía que por aquellas fechas él se había reunido con sus padres en California, Londres y París, y ocasionalmente se había dejado ver en alguna que otra reunión familiar en la casa de su hermana Luciana en Nueva York.  Conforme pasó el tiempo, se hizo cada vez más evidente que Pedro había dejado Sugar Maple Grove y que no regresaría nunca. No le habían convencido los supuestos atractivos de la ciudad que ella había alabado en cierta ocasión en aquel trabajo titulado Los encantos de una pequeña ciudad.  La ciudad entera se sintió conmocionada cuando Pedro ni siquiera asistió al funeral de su propia madre. Ese día perdió también el respeto y la admiración de su padre.

 

—Pedro —dijo Paula, algo nerviosa, tras su largo examen visual, usando su nombre completo en vez del diminutivo para que viera que estaba dispuesta a tratar con él de forma adulta y que podía dejar a un lado sus expresiones cariñosas como «Dulce Pauli»—. No te esperaba.

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