miércoles, 24 de marzo de 2021

Te Quise Siempre: Capítulo 28

Se quedó atónito al descubrir que abrigaba una fantasía por aquella bibliotecaria. Se vió en sueños quitándole las gafas, dejándole el pelo suelto, y desabrochándole el botón superior de la blusa que llevaba cerrada recatadamente hasta el cuello. Ella alimentó sin querer aún más su fantasía cuando le miró con la cara asustada de una chica que nunca antes hubiera visto a un hombre medio desnudo.


 —Está sangrando —exclamó su abuela en alemán, a través de la cerca.


 —Se te ve, muy… bronceado —dijo Paula, algo incómoda.


 —Vivía a bordo de un yate en España.


 —¿Ése era tu trabajo clandestino?

 

—Sí.


Había tantas cosas que podría preguntarle: ¿Cómo era España? ¿Por qué en un yate? ¿Cómo fue su vida allí? ¿Se hacía pasar por rico y famoso? ¿Qué hacía todos los días? ¿A quién tenía que detener?


 —¿Tuviste miedo? —le preguntó con la mirada fija en su rostro.

 

—Sí, supongo que lo tuve —admitió él, preguntándose si alguna vez había hecho esa confesión a alguien y sintiéndose de repente como si se le hubiese caído una pieza vital de su armadura.

 

—Debió de ser una misión muy complicada, ¿No? 


Él sonrió, exhibió una vez más sus músculos y contempló con satisfacción cómo ella sacaba ligeramente la punta de la lengua y se la pasaba por la comisura de la boca con gesto nervioso.


 —No. Sólo fue un trabajo más —respondió él, con indiferencia—. Pero, dime, ¿Qué pasó con tu compromiso? —preguntó tratando de que la conversación no girase sólo sobre él, y confiando en que lo que le dijera no le obligase a ir en busca de su ex para tener con él unas palabras—. Ya que voy a ser tu nuevo pretendiente, debería saber por qué el anterior fue tan estúpido como para abandonarte.

 

—Él no me abandonó —protestó ella—. Le dije que necesitaba un poco de tiempo para pensarlo. Y mientras lo estaba pensando, le pescó otra mujer. Mi sustituta.

 

—¿Qué tenías que pensar?


Paula fijó la mirada en los poderosos bíceps desnudos de Pedro y se volvió a humedecer los labios con la lengua.

 

—No sabría decirte exactamente. Sentía como si me faltase algo. Echaba algo de menos.

 

—Fuiste lo bastante inteligente como para romper con él definitivamente.

 

—¿De verdad lo crees?

 

—Por supuesto —replicó él—. Sabes, Paula, tus padres eran muy buenas personas. Se querían mucho. Tal vez lo que te pasó fue que sentiste la necesidad de recuperar lo que habías perdido.


Ella se sintió desconcertada. ¿De dónde habría sacado él aquellas deducciones?


 —Bueno —dijo ella, desviando la mirada de él—. Iba de camino a mi trabajo, pero pensé que te interesaría saber que ya he formalizado nuestro plan —dirigió la mirada a los papeles que llevaba en la mano, disimulando así su nerviosismo—. Tenía intención de dejártelo en el buzón al pasar, pero ya que estás aquí…


Con gesto tembloroso, le entregó un par de hojas dobladas y se marchó.


 —No le dijiste que estaba sangrando —le reprendió su abuela, en alemán.

 

—Su vida no corría peligro —dijo Paula—. Perdóname abuela, pero llego tarde al trabajo. 

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