viernes, 12 de marzo de 2021

Te Quise Siempre: Capítulo 1

El cielo oscuro del verano estaba poblado de estrellas. Eran como un enjambre de luciérnagas brillantes bailando resplandecientes en la bóveda celeste antes de desaparecer para siempre. Era la noche perfecta para una despedida.

 

—Adiós —dijo Paula Chaves en voz alta—. Adiós a mis estúpidos sueños románticos.

 

Su voz sonó apagada y triste en la quietud de la noche. Era la voz de una mujer que se estaba despidiendo de todos los planes de futuro que con tanto esmero había planeado. Paula estaba en el jardín de su vecino. Había aprovechado su ausencia para utilizar su hoyo de quemar rastrojos y basuras, aunque la verdad era que se sentía atraída irresistiblemente por la intimidad y belleza del lugar. La casa de ella pertenecía a un conjunto de construcciones de estilo colonial de los años treinta, ubicadas en un extremo de Sugar Maple Grove. A pesar de la gran cerca que protegía la propiedad, no quería correr el riesgo de que alguien que saliese a pasear al perro a última hora de la noche pudiera ver el resplandor del fuego… Ni a una mujer vestida de blanco hablando consigo misma. Porque eso era ella: una mujer, sola, vestida un sábado a medianoche con su vestido de boda, que anhelaba un instante de intimidad, a salvo de los rumores de la gente. Había venido alimentando esa idea durante losúltimos seis meses.  Respiró profundamente y se alisó con la mano su traje de seda blanco. Era un vestido que le había gustado nada más verlo, con sus tirantes tan finos, su discreto escote de pico, y su elegante caída.


 —Nunca me casaré con este vestido.


 Las palabras de Paula sonaban con firmeza y resignación. Esperaba que decirlo en voz alta pudiera servirle de alguna ayuda, pero no fue así.  Suspirando, abrió la caja que tenía junto a ella y examinó sucontenido.


 —Adiós —dijo en un susurro.

 

Dentro había una colección de invitaciones de boda con nombres inscritos, diversos patrones de trajes de novia, recortes de revistas con centros de mesa y adornos de flores, y folletos de agencias de viajes con multitud de destinos para pasar una luna de miel de ensueño. Paula tomó la invitación que estaba más a la vista. «No la leas», se dijo para sí. «Arrójala al fuego directamente». Pero no lo hizo. A la luz de la crepitante llama de la hoguera que había encendido en el jardín del doctor Alfonso, deslizó los dedos sobre las letras historiadas de la cartulina que tenía en la mano. Era la invitación que había elegido para su boda.

 

—«Dos personas —dijo leyendo en voz alta— unen su amor en este día para convertirse en una sola. Los señores Harrison Hamilton tienen el gusto de invitarle a la celebración de la boda de su hijo, Franco, con la señorita Paula Chaves».

 

Con un sollozo, arrojó la invitación al fuego, contemplando cómo sus cantos dorados se tornaban cada vez más oscuros y luego toda ella se plegaba y retorcía pasto de las llamas. 

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