domingo, 2 de julio de 2017

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 6

El lunes, a las doce menos cinco, Pedro entró en la sala de aerobic donde ya se habían reunido varias personas que esperaban, charlando. Paula  estaba de cuclillas en una esquina y colocaba una cinta en el radio cassette. Se acercó por detrás, sin hacer ruido.

—Buenos días —dijo.

El cuerpo de Paula se estremeció antes de quedarse muy quieto. Con una frialdad que tuvo que admirar, siguió colocando la cinta antes de ponerse en pie y darse la vuelta.

—Buenos días, Pedro—dijo—. El gimnasio está en el otro pasillo. ¿O se te ha olvidado?

—Por desgracia no olvido casi nada —le mostró su pase especial—. He decidido probar tu clase. Uno debe estar abierto a nuevas experiencias, ¿Verdad?

—¿Dices que vienes a mi clase? —preguntó secamente Paula.

—Eso he dicho.

Paula lo miró como si estuviera conteniendo una docena de respuestas malvadas. Pedro observó cómo se las tragaba haciendo un esfuerzo titánico.

—Bien —replicó—. Pero no te esfuerces mucho el primer día. No quiero que te hagas daño.

—Vamos, Paula—sonrió Pedro—. Te encantaría que me rompiera las dos piernas.

—No, no quiero arruinar mi reputación —respondió Paula con una sonrisa falsa—. Diviértete.

La vió alejarse. Llevaba un top verde y unos pantalones azul marinos. Ambos brillaban y se pegaban a su cuerpo como una segunda piel. No parecía la madre de dos hijas. Pedro se situó en la última fila y se dispuso a escucharlas instrucciones. Había bastante gente en la sala. En el último minuto una mujer de mediana edad entró corriendo y disculpándose ocupó un lugar junto a él. Contuvo el aliento. Era la mujer del estudio de fotografía que tenía el retrato de Paula con sus hijas. La mujer lo reconoció al momento, lo miró con recelo y deliberadamente se situó detrás. En otro momento, la escena lo hubiera divertido.

La clase empezó. Muy pronto, Pedro tuvo que reconocer que cualquiera que fuera el motivo por el que trabajaba, Paula era una buena profesora. Se dirigía a todos por su nombre, mantenía un ritmo y entusiasmo envidiables y sabía explicar la técnica, corrigiendo los defectos de sus alumnos. La secuencia de movimientos era agotadora y  no estaba acostumbrado a la coordinación, de manera que se encontró unas cuantas veces haciendo lo contrario que los demás. Todos parecían muy orquestados, incluyendo el rubio inmenso de la primera fila, el tal Marcos.

En un momento, se encontró girando en sentido contrario al resto y deseó haber tenido el talento de su padre, que había sido un bailarín fantástico. Paula aprovechó su confusión para decir con una sonrisa adorable:

—Intenta seguir los pasos con los pies y olvidar los brazos. Y si estás cansado, puedes parar un rato.

Si el sudor no le hubiera cegado y si hubiera logrado hacer lo que gente con el doble de edad lograba con aparente facilidad, Pedro habría pensado una respuesta ingeniosa. Cuando empezaba a entender la tabla, Paula cambió de movimientos y ordenó:

—Mantener las caderas rectas, no torcidas, así… —Pedro miró sus formas ágiles y redondas y volvió a perder el ritmo.

Le molestaba pasar por un torpe, pero se dijo que podía estar orgulloso de su forma física. Seguro que Paula no podía ganarle a una carrera. Una idea realmente pueril. Del nivel de Isabella.

Ahora Paula estaba haciendo jogging, con una ligereza que hacía pensar que tenía alas en los pies, arrastrando a la clase con su energía y a la vez mimando a sus estudiantes y dándoles ánimos. Aquella no era la mujer que él recordaba. No se hubiera rebajado a tratar con tanta naturalidad y simpatía a gente vulgar. En los estiramientos de los últimos diez minutos, Pedro utilizó músculos cuya existencia ignoraba. Cuando la clase terminó, estaba sudando abundantemente y necesitaba una ducha. Ella se dirigió al fondo de la sala para recuperar sus cintas y él la siguió. Tenía manchas de sudor en la espalda y debajo del pecho y Pedro pensó que eran lo más erótico que había visto en su vida.

—La clase es muy buena, gracias —dijo Pedro con sinceridad.

—Es mi trabajo —respondió Paula sin mirarlo.

—¿Tienes tiempo para tomar un café o comer algo en la cafetería?

—No, gracias.

Era el momento de tomar la iniciativa, como lo había planeado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario