lunes, 24 de julio de 2017

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 58

—Eliges lo mejor, ¿Eh?

—Ella también —rió Pedro.

—Me gusta tu actitud, y no olvides mirar el Alfa Romeo.

—Sí, señor —bromeó Pedro y se marchó a casa de Paula.

Ésta le abrió la puerta. Pedro comprobó que la cocina estaba vacía y se disponía a besar a Paula cuando dijo:

—Mi madre está aquí, Pepe. Visita sorpresa, aprovechando que mi padre está en viaje de negocios.

Se sintió tan decepcionado que apenas logró disimularlo.

—No hay canguro —dijo.

—No —murmuró Paula—. Ni museo. Pero le dije que estabas invitado a cenar.

Pedro la tomó por la muñeca.

—¿No estás decepcionada?

Paula miró por encima del hombro y rápidamente lo besó con pasión.

—Esto debería… oh, no… te he manchado con el pintalabios. Hola, mamá, recuerdas a Pedro Alfonso, ¿Verdad?

El pintalabios de Paula era rosa. Pedro se pasó la manga por la boca, procurando no reírse y dijo con tono formal:

—Me alegra verla de nuevo, señora Chaves.

Alejandra Chaves llevaba el cabello rubio impecable, un maquillaje leve y un vestido de corte perfecto. Todo lo anterior era previsible. Sin embargo, había algo nuevo en su actitud. ¿La firmeza con que le dió la mano? ¿La cándida curiosidad con que lo examinó? ¿O el hecho de que estaba desobedeciendo a su marido? Dijo con su voz cantarina:

—Hola, Pedro. Te hubiera reconocido en cualquier lugar del mundo y al mismo tiempo has cambiado.

—Podría decir lo mismo de tí, Alejandra.

Su réplica era en cierto modo un reto. «Somos iguales», parecía decir pedro, «no soy el empleado de tu marido».

—Es una buena noticia para los dos —comentó Alejandra con ironía—. Pau me ha dicho que eres socio de Roberto Withrod. Miguel  lleva su Rover a ese garaje.

—Pues procuraré cuidarlo —sonrió Pedro sin ocultar una mirada malévola.

Paula dijo con cierta ansiedad:

—Mamá ha traído vino, Pepe, ¿Te importaría abrir la botella?

—Será un placer —dijo Pedro y decidió que, si quería hacer el amor con Paula aquella noche, era mejor que Alejandra comprendiera que ya formaba parte de la vida de su hija. Se sentó a disfrutar de la charla y, una hora después, tuvo la recompensa de Paula diciéndole al oído:

—¿Siempre eres tan encantador?

Estaba preparando la cena mientras Alejandra jugaba con las niñas. Dejó los cubiertos y acarició el cuerpo de Paula con delectación.

—Solo quiero asegurarme de que entiende lo que está en juego.

—¿Sabes qué me ha dicho? —comentó Paula—. Que siempre le gustaste. Que eras un joven muy trabajador y que, si hubiera tenido veinte años menos, te habría perseguido. ¡Mi propia madre!

Paula parecía tan escandalizada que él se echó a reír.

—Tienes un sentido del humor muy perverso.

Pedro tomó su copa de vino y saboreó un trago, pensando que era de lo mejor que había probado. De pronto, una vocecita dijo desde el suelo:

—¿Eso es lo que bebía tu padre?

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