lunes, 17 de julio de 2017

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 49

—Pau—la voz de Pedro parecía venir de otra persona—. Claro que quiero.

—No hace falta que —Paula dejó de hablar y lo miró—… ¿Qué es lo que quieres?

—Hacer el amor contigo, claro.

—No, sé que no es verdad. La historia se repite y me estás rechazando. Con más cortesía que la última vez, debo decirlo.

—¡No te estoy rechazando! —Pedro tenía la lengua espesa—. Lo deseo tanto que apenas puedo respirar. No puedo dormir, sueño contigo todo el tiempo y, si he conseguido mantenerme alejado de tí, es por lo que Fernando te hizo.

—¡Me he arrepentido tantas veces de decirte eso!

—Tenías que decírmelo. No puedes vivir como si no hubiera sucedido.

 —¿Y por qué no me has tocado desde entonces? —ahora Paula parecía furiosa.

Pedro  sabía que tenía que darle la verdad que exigía.

—¿Recuerdas que gritaste? ¿En esta misma cama? —la soltó, dejando que aumentara la distancia entre ellos—. Cada que vez que pienso en hacer el amor contigo, escucho de nuevo ese grito. Tengo miedo de asustarte.

—¿Tenías miedo?

—Claro. No quiero hacerte daño.

—Oh —Paula empezó a sonreír—. Creí que ya no querías. Que te parecía menos atractiva.

Asombrado, Pedro exclamó:

—¡Paula!

—¿Por qué no me lo dijiste?

—Ojalá lo hubiera hecho. Me parecía… no sabía cómo —para convencerla, Pedro añadió—: Te trataré como si fueras de porcelana, pero si no hago el amor contigo, voy a volverme loco.

Con el rostro inexpresivo, Paula dijo:

—Así que no me estás rechazando.

—No —de pronto, la mente de Pedro recuperó su funcionamiento normal—. Aunque no tengo nada para protegernos de un embarazo.

—Sigo tomando la píldora por unos problemas con el ciclo —explicó Paula con gesto impotente—. Y ahora, ¿Qué hacemos?

—¿Seguro que lo deseas?

Paula tragó saliva convulsivamente antes de responder:

—Sí —y repitió en un susurro—. Sí, lo deseo mucho.

 El corazón de Pedro latía en su pecho con fuerza, pero sabía exactamente lo que debía hacer. Era su turno. Estiró la colcha sobre el colchón del suelo, se quitó los zapatos, la rodeó con sus brazos y empezó a besarla con ternura infinita y toda la sabiduría con la que podía contar, actuando con la lenta calidez con la que el sol iba moviéndose por la madera del suelo. Lo que no esperaba era la respuesta de ella. Durante un segundo, se quedó rígida, pero después se dejó ir contra él, le rodeó la cintura y entreabrió los labios como los pétalos se abren al sol. «Despacio», se dijo él. Pero su lengua presionó los labios, penetró en la dulzura húmeda de su boca, sintiendo que sus huesos se derretían. Estaba muy excitado, pero dominó su instinto y recorrió el rostro de Paula con caricias y besos, pensando vagamente que el perfume lo estaba volviendo loco. Recordó su anterior fantasía de seguir su huella hasta la unión de sus muslos. No debía precipitarse ni presionarla. Pero la suave urgencia de su boca lo inflamaba. Acarició los hombros y la espalda de la mujer, sintiendo la firmeza de la carne bajo la ropa. Paula a su vez recorrió su espalda con las manos y pasó a su pecho. De pronto, se detuvo, sin brusquedad, y lo miró, con los ojos azules llenos de preguntas. Preguntó al instante:

—¿Estás bien?

—Mucho mejor que cuando te pedí que subieras —la risa de Paula se quebró en su garganta.

—Apenas puedo creer que esto esté pasando. Tú y yo a punto de hacer el amor después de tantos años.

Paula frunció el ceño:

—Pedro, ¿Estás bien?

—Oh, sí —rió él—. Claro que sí. Su evidente sinceridad la tranquilizó.

—Después de toda mi charla sobre intimidad y sexo y lo demás, la verdad es que me siento como si nunca lo hubiera hecho. Solo me he acostado con Fernando y era tan diferente…

Pedro estaba luchando para mantener su control y ampliar al máximo su diferencia con Fernando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario