lunes, 24 de julio de 2017

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 56

—Bella, me gustaría contarte una historia. Sé que no te gusta que salga con tu madre, pero quiero que me escuches unos minutos —ignoró el gesto enfurruñado de la niña y siguió—. Cuando era un niño tan pequeño como tú, tenía un padre y una madre. Pero mi padre bebía mucho; no iba a trabajar y no había dinero en casa, y tampoco se ocupaba de mí. Cuando bebía demasiado, se ponía a cantar tonterías y no sabía andar y se caía en la calle, y los niños del colegio se reían de mí. Odiaba eso. A veces también lo odiaba a él y deseaba tener padres normales como los demás.

Isabella siguió coloreando la falda roja de Blancanieves, pero el lápiz rechinó sobre el papel. Eligiendo las palabras, Pedro dijo:

—Te cuento esto para que sepas que entiendo lo que es no tener un padre como los demás. Echarlo de menos. Yo intentaré ser bueno para tu madre, Bella. Y también para Valen y para tí.

No sabía cómo continuar. Isabella dejó el lápiz rojo y tomó uno verde.

—Mi padre no bebe demasiado —dijo.

—No, pero cuando mi padre bebía era como si se hubiera ido a otro lado. Como ha hecho tu padre.

El lápiz dibujó rayas desiguales sobre el fondo del dibujo mientras una lágrima manchaba el papel. Pedro puso una mano sobre el hombro de la niña.

—Siento mucho que eches de menos a tu padre.

Durante un instante, la niña aceptó su caricia y Pedro tuvo la esperanza de haber ganado. Pero enseguida replicó con voz violenta:

—No quiero otro papá.

Pedro no iba a entrar en esa pelea.

—Cuando necesites hablar de tu padre, puedes contar conmigo —dijo, y se puso en pie, dirigiéndose al baño. Le sorprendió ver su rostro.

Por algún motivo esperaba un cambio tras todo lo sucedido en el día. Tenía una relación con una mujer que tenía dos hijas; una quería que se casara con su madre y la otra odiaba la idea. En cuanto a la madre, no sabía qué deseaba. ¿Y él? ¿Qué quería él? Quería meterse en la cama con la madre. Inmediatamente. No sabía mucho más. Pero no tenía la menor oportunidad de que eso sucediera. Cuando hubo acostado a las niñas, Paula le dijo:

—Pedro, estoy muy cansada, necesito acostarme.

Pedro respondió con calma fingida:

 —¿He dicho o hecho algo que te haya ofendido?

—En absoluto.

Si pudiera hacer el amor con ella, lograría romper la barrera que de pronto los separaba, una barrera cuyo origen no entendía, pero cuya presencia sentía en cada nervio de su cuerpo. Se tuvo con conformar con abrazarla y besarla, procurando que su frustración no se manifestara. Paula no se entregó a su abrazo.

—Todo saldrá bien, no te preocupes —dijo y comprobó que sus ojos azules estaban fríos—. Hagamos algo juntos mañana.

—¿Para qué?

Paula parecía tan hostil como Isabella.

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