viernes, 14 de julio de 2017

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 41

Y luego estaba Isabella. Si estaba obligada, se dirigía a él, aunque mascullando las palabras, pero nunca era espontánea, y se escapaba a su habitación cada vez que podía. Pedro se sentía cada vez más herido y preocupado y sabía que la situación rompía el corazón de Paula.

Un jueves por la tarde, mientras Paula se duchaba y Pedro preparaba leche caliente para las niñas, oyó una ardiente discusión entre ellas.

—Dile «gracias» cuando te traiga el chocolate —decía Valentina.

—¿Por qué? —exclamó Isabella con rabia.

—Porque espero que se case con mamá.

—¡No puede!

—Sí puede. Basta con que se lo pida.

 —Mamá ya está casada con papá.

Valentina parecía exasperada:

—Bella, se han divorciado. Ya no están casados. Te lo he explicado cientos de veces.

Pedro tosió desde el pasillo antes de empujar la puerta, pero al ver el gesto cerrado de Isabella no pudo evitar hablar:

—Bella, déjame que te explique algo. El amor no se raciona como se racionan las galletas. Quieres a tu padre, claro está. Pero también quieres a Valen, a mamá, y a Tom. Hay sitio para más personas. Toma chocolate.

Isabella se limitó a meter la cara en el tazón, emergiendo con un bigote marrón, relamiéndose. Pedro había sufrido toda la infancia por un padre que nunca estaba cuando lo necesitaba, de manera que podía entenderla. Dispuesto a luchar con ella, dijo:

—¿Verdad que está rico?

—¡Vete! —gritó Isabella—. ¡Te odio!

Desde la puerta, una asustada Paula dijo:

 —¡Bella! No quiero que le hables así a Pedro.

Isabella dejó el tazón en la mesilla y se metió en la cama no sin antes decir:

—¡A tí también te odio! Echaste a mi papá de casa.

Por un instante, Paula la miró como si hubiera recibido una bofetada, luego dijo con calma:

—Tu padre se marchó porque quería irse. Cuando te calmes, volveré a hablar contigo. Mientras tanto, quédate en tu cuarto.

Con los hombros temblando bajo la camiseta amplia, Paula fue a la cocina y se dejó caer en la silla, abatida.

—No sé qué hacer —dijo a punto de sollozar—. Pensé que, si se acostumbraba a tí,  todo iría mejor. Pero va de mal en peor.

—Quizás sea mejor que no nos veamos un tiempo —ofreció Pedro.

Paula alzó la cabeza.

—¿Es eso lo que deseas?

—¡Por el amor de Dios! Claro que no. Pero no quiero que sufras.

—No voy a permitir que una niña de cinco años organice mi vida —dijo Paula con enfado—. Este fin de semana me sentaré con ella y le explicaré lo que pasaba entre Fernando y yo. Su traición, su violencia, su avaricia. Tendría que haberlo hecho antes. No es bueno vivir en un cuento de hadas.

—Vas a destrozar su inocencia —dijo Pedro sintiendo dolor.

—Pues sí, bienvenida al mundo real, mi pequeña Bella—replicó Paula con amargura—. Me siento tan culpable. Tengo la culpa por haberme casado con ese hombre horrible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario