lunes, 17 de julio de 2017

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 45

—Intentaré hablar con ella —propuso.

—He descubierto que tiene una fiesta de su mejor amiga el sábado, así que no puedo hablarle de Fernando—Paula parecía angustiada—. ¿O crees que soy cobarde?

—Verás cómo todo sale bien —Pedro deseaba con toda su alma creer en sus propias palabras.

Paula miró su reloj y soltó una breve exclamación.

 —Me esperan en gimnasia, me marcho.

Pedro la tomó por el codo y la acompañó hasta la calle. Allí, Paula se volvió hacia él:

—¿Vas a ir al garaje más tarde?

Pedro asintió.

—Pasaré primero a ver a Roberto y a hablar con los especialistas. Luego iré a ver a los chicos.

—¿Por qué no vienes a cenar a casa?

El sol jugaba entre los árboles del parque cercano y Pedro miró las manchas de luz sobre la hierba antes de decir:

—Me siento cómo si me hubiera desnudado frente a tí… Estoy tan cansado que no sé lo que digo. Olvídalo.

—Si quieres que nos llevemos bien —susurró Paula— no te arrepientas de lo que has hecho, por favor, Pedro.

Paula no estaba separándose de él por sus debilidades y temores. Parecía todo lo contrario. En la sala de espera de un hospital, Pedro se había dado cuenta de que había entrado en una fase desconocida en lo que a relaciones se refería.

—Me siento desorientado, eso es todo.

 Paula habló lentamente:

—Podemos hacer el amor… es una forma de lograr intimidad… a veces me parece que toda nuestra cultura gira alrededor de esa actividad. Pero hay algo mejor que es poder contarle a alguien lo que deseas y temes, lo que nunca puedes decir. Es una ruta mucho más difícil.

—Hacer el amor no siempre trae intimidad. Mira Fernando y tú.

—Ya lo sé. Pero hablar sí, cuando es recíproco. Es más duro, desde luego.

Pedro quiso hacerla sonreír:

—No me hables de duro, después del beso anterior.

—Tendría que haber dicho más difícil y no me estoy sonrojando, es el sol.

—Adoro cuando te sonrojas. Pero, Pau, he sido un solitario toda mi vida y no puedo cambiar en dos semanas.

—Ten cuidado, puedo interpretarlo como un desafío. Ahí viene mi autobús. Llámame más tarde —lo besó en los labios y salió corriendo.

Corrió como si le gustara correr, con gracia de gacela. Pedro la vió entrar en el autobús y volvió al hospital. La enfermera de guardia le informó de que Roberto iba a pasar a una habitación normal y que se estaba recuperando.

—Debe tomarse el ataque como un aviso —le dijo—. Tiene que caminar más, trabajar menos y no preocuparse por los impuestos.

Pedro asintió, preguntándose cómo iba a llevar al viejo Roberto al gimnasio.

—¿Puedo verlo? —preguntó.

—Diez minutos.

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