lunes, 24 de julio de 2017

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 59

Pedro estuvo a punto de perder el equilibrio mientras volvía a ver a su padre emborrachándose con ginebra barata en la casa.

—Bella, no deberías… —comenzó Paula.

—No importa —dijo Pedro—. Bebía todo lo que caía en sus manos, Bella. Era como una enfermedad.

—¿Tú también la tienes?

—No, no la tengo.

 La mirada de la niña era más curiosa que hostil. Pedro insistió:

—Puedes preguntarme todo lo que quieras, Bella.

Isabella giró hacia su madre:

—¿Me das más palomitas, mamá?

Fin de la conversación, pensó Pedro y recuperó el cuchillo. Aunque Isabella no le dirigiera más la palabra, se encontraba reconfortado. Aquella noche se marchó pronto y vió la televisión hasta que sintió que podía dormir.

Dedicó el lunes al Alfa Romeo y a visitar a Roberto, y el martes, Paula le invitó a cenar de nuevo. Su madre se marchaba al día siguiente. Le caía bien Alejandra, pero estaba deseando que se marchara. Estaba sirviendo vino, mientras Alejandra cortaba el filete de Isabella y Paula servía ensalada cuando sonó el teléfono. Asombrada,  dijo:

—¿Quién podrá ser? Es un poco tarde para visitas.

Apretó el botón y una voz masculina gruñó algo. Soltó un pequeño grito y dijo:

—Sube, papá.

 Alejandra palideció. Valentina exclamó:

—¡El abuelo! ¿Qué hace aquí?

Isabella no dijo nada. Pedro tampoco. Se relajó y esperó a ver qué ocurría. Aquella velada prometía ser entretenida. Paula abrió la puerta y dijo con cortesía:

—Papá, estaba…

Pero su padre entró sin saludar. Miguel seguía siendo el mismo hombre autoritario de siempre. Ni siquiera vió a Pedro. Toda su atención estaba concentrada en su mujer.

—Alejandra, vas a venir a casa en este instante. Y no volverás más.

Pedro se puso en pie y permaneció quieto, dispuesto a intervenir si era necesario. Alejandra dejó la servilleta y, aunque le temblaron los dedos, dijo con firmeza:

—Miguel, cuando Pau dejó a Fernando y cortaste nuestras relaciones, te equivocaste.

—¡Me has engañado durante meses!

—No voy a permitirte que me separes de mi hija y de mis nietas.

Era una franca rebelión. Paula tomó aire. Valentina e Isabella observaban con fascinación cómo el rostro de Miguel se ponía cada vez más rojo.

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