miércoles, 26 de julio de 2017

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 66

—Nadia está con ellas —se quitó la chaqueta para taparla—. Las llamaremos en cuanto volvamos a casa.

—No puedo atravesar eso —gimió Paula—. Por eso estoy atrapada. Estaba en la isla, pensando y no me dí cuenta de que subía la marea. Cuando miré estaba el viento y no me atrevía a pasar —hablaba muy rápido y tenía los ojos muy abiertos.

—Puedes pasar —dijo Pedro—. Conmigo.

—Es el viento. Lo odio, no puedo.

¿Cómo iba a vivir con él en la casa frente al mar si odiaba el viento?

—Estarás bien conmigo. Solo tienes que confiar en mí. Eso es todo.

 Paula miró el camino de rocas.

—Eso es mucho —dijo con un gesto irónico.

—Sí —replicó Pedro, como si sus palabras le hubieran revelado algo—. Es verdad que es mucho.

Paula se estaba burlando de él. Era mucho mejor que verla aterrada.

—Si tenemos que hacerlo, adelante. Tú pasas primero. Pedro le tomó la mano.

—Agárrate a las rocas con la mano libre y pon los pies donde los ponga yo.

Al poner el pie en el agua que cubría a ratos el paso rocoso, la violencia de la tormenta le sorprendió. Pedro sintió que Paula se ponía rígida. Le gritó:

—Estás a salvo conmigo, Pau. Puedes hacerlo.

Paula se mordió el labio y dió un paso. Pedro se preguntó si podría quererla más de lo que la quería en aquel instante. Valor y confianza, una base perfecta para un matrimonio, pensó y superó los primeros metros. Paso a paso, avanzaron luchando contra el agua y el viento. No dejó de hablar para animarla y, a mitad de camino, se detuvo para besar sus labios helados.

—Estoy orgulloso de tí —dijo.

—Hay momentos y lugares para el romance y éste no lo es —se quejó Paula con la risa en los ojos.

«Ha olvidado el viento», se dijo Pedro.

—¿Quieres decir que no harías el amor conmigo aquí? Sería una experiencia muy primitiva, ¿No te parece?

—¡Jamás!

Pedro rió, apretó la mano fría y se dispuso a atravesar una pequeña cornisa natural. Minutos más tarde, alcanzaron la costa.

—Corramos —dijo —. Así te calentarás.

De la mano corrieron por la hierba hasta la casa. Pedro abrió la puerta y ordenó:

—Ve al baño de arriba. Te llevaré ropa. Y voy a poner la calefacción.

Quince minutos después estaban sentados en el colchón de su habitación, bebiendo té caliente, ambos vestidos con la ropa vieja y seca de Pedro. Habían llamado a casa y se habían secado el pelo. No había nada más que hacer salvo pronunciar las palabras que quemaban la lengua de él desde hacía unas horas. Pero era más difícil que cruzar un mar embravecido. Empezó a hablar y el nerviosismo le hizo parecer brusco:

—Pau, tengo que ser sincero contigo. No puedo seguir como hasta ahora…

Paula le interrumpió con un gesto mucho más aterrado que el que tenía en la isla.

—Pepe, no hace falta que lo digas. Por favor.

—Ahí te equivocas. Tengo que…

 Paula alzó la mano para detenerlo.

—Por favor… Sé que no me quieres, aunque desearía que fuera de otra forma porque yo sí estoy enamorada de tí. Creo que te he querido siempre, desde aquella noche, cuando tenía dieciséis años y estrenaba vestido. Pero siempre eras tan serio y distante y yo no terminaba de entender lo que sentía. Y mi padre seguía intentando emparejarme con Fernando. Y entonces intenté seducirte, sé que estuvo mal, pero no tenía ni idea de lo que era el deseo, y me rechazaste. Con la mejor intención, lo sé de sobra, pero me dolió tanto, que me porté de la peor manera posible.

Tomó aire y volvió a hablar.

—Déjame terminar y luego me callaré, te lo juro. La razón por la que me mostré tan huidiza y asustada cuando nos encontramos de nuevo fue porque nunca he olvidado nuestros besos y te bastó tocarme para que me sintiera… Oh, tengo que parar esto —casi sin voz, prosiguió—: Pepe, creo que no debemos seguir con nuestra relación. No me quieres y me duele demasiado.

Aferrada a su taza de té, dió un trago largo, sin mirarlo.

—¿Por qué crees que no te quiero? —dijo Pedro sin especial énfasis.

—Me lo dijiste. En mi cocina, aquella tarde. Le dijiste a Valentina que no estábamos enamorados, que éramos amigos. «Amigos» es una palabra hermosa, pero no después de hacer el amor por primera vez en mi vida. Y dijiste que hablar del futuro era inapropiado —se apartó el cabello del rostro y sus ojos lanzaron chispas—. No me mal interpretes. No me arrepiento de haberme acostado contigo. Pero no quiero seguir si es solo eso.

—Paula, solo intentaba tranquilizarme cuando hablé con Valen. Hacer el amor contigo me había trastornado. No podía pensar en nada, menos en el futuro.

—¿Esperas que me crea eso?

—¡Estaba confuso!

—A mí me pareció muy claro.

Las palabras de Paula empezaban a penetrar en el cerebro de Pedro.

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