miércoles, 12 de julio de 2017

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 39

—Hoy me dijo dos palabras —comentó Pedro con ironía—. Es un progreso.

—No puedo permitirme frivolidades, eso es lo que quería decirte —hizo una mueca para sí misma mientras jugaba con la sal y el azúcar sobre la mesa—. No debería haber empezado esto, pero una vez en marcha, prefiero seguir. No hay garantías para dos personas que empiezan a conocerse, pero si solo estás pasando el rato, Pedro, es el momento de dejarlo. Antes de que las niñas resulten decepcionadas.

Paula siempre había sido directa y clara. ¿Acaso no había mostrado el mismo atrevimiento años atrás, cuando intentaba seducirlo? Desde el principio había mostrado su juego y se había negado a coquetear.

—¿Sabes algo? —dijo Pedro—Me gusta mucho tu forma de actuar.

—¿Mi forma de meter la pata todo el rato?

—Tu manera de ser honesta y clara. Y muy valiente.

—Mi madre no estaría de acuerdo. Le horrorizaría ver a su hija preguntando a un hombre cuáles son sus intenciones. Las buenas chicas no hacen eso —sonrió con sarcasmo—. Habrás observado que no te pregunto si tus intenciones son honorables. Solo si son… serias, supongo que es la palabra.

Pedro habló con serenidad:

—No sé lo que significas para mí, Pau. No creo estar enamorado, pero hay algo que me impide separarme de tí. Una conexión… no es solo sexo —miró sus manos—. Pero el sexo está ahí. He pasado noches en vela deseándote.

No podía pensar en qué era lo siguiente. Metió la uña en una grieta de la mesa. Muy romántico, se dijo. Sexo y conexión, la clase de palabras que atraen a las mujeres.

—Sabía que serías sincero.

La miró. Había una nota en su voz que te hizo sentirse incómodo. Paula miraba la mesa y no podía ver sus ojos. Parecía tan frágil y tan bella que apenas pudo mantenerse sentado. Habló rápidamente:

—En los años que pasé viajando nunca pensé en casarme con ninguna mujer. En realidad, me subía al primer avión en cuanto un compromiso se hacía serio. Nunca le dije a una mujer que la quería y nunca viví con ninguna. Quiero que lo sepas.

—Yo nunca engañé a Fernando. Y tú eres el primer hombre con el que salgo desde el divorcio.

—Bueno —dijo Pedro— ya sabemos más. Pero hay algo de lo que no hemos hablado. Algo básico. ¿Cuáles son tus intenciones hacia mí, Pau?

Ella pareció desconcertada.

—Supongo que es lógico que lo preguntes —dijo, esquivando la respuesta.

De pronto, Pedro se dió cuenta de que lo estaba pasando bien. Discutir con una mujer como Paula era adjetivo. Habló con un brillo en los ojos:

—No tengo dos niñas. Pero tampoco yo puedo permitirme que juegues con mis sentimientos.

—¿Has vuelto a leer a Jane Austen?

—No. Contesta.

—Pero es que estoy cansada —mimosa, Paula le lanzó una mirada irresistible—. Tengo que volver a la cama.

—Si estás cansada, te llevaré en brazos. Pero no antes de que me contestes.

 Paula habló al fin:

—No estoy jugando con tus sentimientos, aunque reconozco que pensar en acostarme contigo me excita. Pero apenas nos conocemos, Pedro, y no he cambiado de opinión respecto a la intimidad. Sigo creyendo que es esencial.

—Ya entiendo —dijo Pedro.

 De nuevo le estaba lanzando un reto. Tendría que hablar de sus sentimientos o no seguirían juntos. De nuevo, Paula  miraba la mesa y, en un impulso de ternura, observó su bello rostro, el brillo de su pelo, y pensó que «conexión» era una palabra muy tonta para describir lo que sentía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario