miércoles, 26 de julio de 2017

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 63

Le gustaba acostarse con él, eso lo sabía. Le gustaba su cuerpo y su compañía. Pero no tenía la menor idea de si sentía algo más por él. Si le pedía que se casara con él, ¿Aceptaría? Le mandaría a paseo. Estaba claro.

Pedro siguió imaginándose el futuro, con las piernas pesadas como piedras. Estaba atrapado en Halifax, por su negocio con Roberto y su nueva casa. No podía escapar por segunda vez y tendría que convivir con su pérdida. Le dolió él corazón como si lo hubiera aplastado una piedra, y buscó desesperadamente una idea esperanzadora. Podía esperar, darle tiempo, y quizás Paula llegara a amarlo. Odiaba esperar. No era una de sus virtudes. Lo que deseaba era correr al piso de ella y pedir su mano. Fin del suspenso. Pero tendría que esperar. Por Paula, desde luego, y por Isabella. La niña tenía que aceptarlo para que la madre lo quisiera. ¿No estaría pidiendo demasiado? Volvió a casa y se duchó, tras comprobar que no tenía ningún mensaje de Paula. Le costó dormir aquella noche. Por fortuna, el garaje lo mantenía ocupado. Manuel y él estaban reparando los frenos de un Mazda cuando Joel le llamó al teléfono. Con la boca seca,  contestó.

—Soy Paula. Bella se ha escapado.

 Aunque su voz era tranquila, Pedro no se dejó engañar.

—¿Ha ido al colegio?

—Sí. Valen la dejó en la puerta. Hace un rato llamé para decirle a la profesora que Bella podría estar un poco rara hoy y me dijo que la niña no había llegado. Pepe, ¿Qué hago?

—¿Has llamado a la policía?

—No, quería hablar contigo.

 Incluso lleno de temor y angustia, Pedro se sintió reconfortado por que contara con él.

—¿Tiene dinero?

—Lo he comprobado y su hucha ha desaparecido. Tendrá unos veinte dólares.

 Pedro intentó imaginar qué podía hacer Isabella.

—El autobús —dijo—. Tu madre llegó en autobús. ¿Habrá querido ir con sus abuelos?

—Puede ser —la voz de Paula tembló—. O puede pensar en buscar a su padre. No tiene ni idea de dónde está Texas.

—Voy a la estación. No está lejos de su colegio. Si no la encuentro, iré a los trenes. Pero si no está allí, hay que llamar a la policía. Pueden hacer mucho más que nosotros. No te muevas de casa, Pau.

—Llámame lo antes posible, por favor. Ojalá pudiera salir a buscarla, pero tengo que esperar aquí.

Pedro deseó decirle que la amaba, pero no era el momento. Se despidió de Manuel y corrió a su coche tras cambiarse. En cinco minutos, estaba en la estación. Nada más empujar la puerta de cristal, observó a una niña que se hundía en su asiento. Era Isabella. Sintió un alivio tan inmenso que le temblaron las rodillas. Ya empezaba a comprender que ser padre le hacía a uno vulnerable a la más terrible de las pérdidas. Su segunda emoción fue la incertidumbre. ¿Qué iba a decirle a la niña? Cruzó la sala y se sentó a su lado.

—Huir no suele arreglar las cosas, Bella —dijo con tranquilidad—. Y tu mamá está muy preocupada. ¿Qué te parece si nos tomamos un chocolate con bollos y hablamos de lo que ha pasado?

Isabella asintió, próxima a las lágrimas.

Pedro tomó su mano y la llevó a la cafetería. La mano era muy pequeña y estaba muy fría. La dejó escoger los bollos que quería mientras llamaba a Paula, y luego eligió una mesa junto a la ventana. Isabella comenzó la conversación:

—¿Vas a regañarme?

—No, eso se lo dejo a tu madre.

Los ojos azules de la niña se llenaron de lágrimas.

—Me he marchado porque me dijo que mi papá le pegó y sé que no es verdad. Voy a preguntárselo a mi abuela.

 Suplicando tener la habilidad suficiente, Pedro dijo:

 —Es verdad, Bella. Quería casarse con otra persona y no se portó nada bien. ¿Has visto a los niños dar puñetazos?

Isabella pareció calmarse un poco.

—Kevin Stone gritó una vez a la profesora y se puso furioso.

—Pues aunque los adultos no hacen eso, tu papá sí lo hizo. Y como es grande, hizo daño a tu madre.

—Kevin  rompió una silla.

—Tu padre podría haberle hecho mucho daño a tu madre. Ella hizo bien en marcharse. Tenía que marcharse, Bella.

Isabella lo miró:

—Una vez tenía un moretón en la frente y me dijo que se había caído. Pero no era verdad.

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