lunes, 17 de julio de 2017

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 47

Paula no estaba en casa cuando llamó. Dejó dicho que la recogería a las cuatro, encantado de escuchar su voz en el mensaje grabado. El problema era que no se iba a llevar a una voz de excursión a su casa. Se la llevaba, en carne y hueso.

Paula estaba esperando a Pedro cuando éste llegó a su casa. Llevaba vaqueros y un jersey amplio color fucsia por encima de una camisa blanca. Él no quiso mirar sus caderas cuando entró en el coche y saludó:

—¿Cómo estás, Pau?

—Muy bien —Paula se entretuvo con el cinturón de seguridad y lo miró—. Espero que no te haya molestado que me invitara a tu casa. Me muero por ver el mar y no es habitual que mis dos hijas tengan un plan toda la tarde. Me siento como liberada, ¿No te molesta?

—Así que estás nerviosa, como yo.

—Solo que tú lo ocultas —replicó secamente Paula.

Se había recogido el cabello en un moño que dejaba escapar numerosos  mechones, y olía deliciosamente.

—Fui un idiota al regalarte ese perfume —dijo mientras arrancaba.

—¡Pero a mí me encanta!

 A Pedro le gustaría seguir la huella del perfume con la boca, desde los senos hasta el estómago y los muslos. No era un pensamiento que pudiera comunicar.

—¿Cómo están las chicas?

Paula habló sobre las buenas notas de Valentina en ciencia y pésimas en idiomas y la costumbre de Tom de dormir sobre la almohada de Isabella. De pronto, añadió:

—Recibí una carta de Fernando ayer. No quiere que le escriba de nuevo y está demasiado ocupado como para llamar o visitar a las niñas. «Una ruptura en toda regla es lo mejor, atentamente, Fernando» —siguió la costura de sus vaqueros con la uña— . ¿Cómo se lo explico a Valen y a Bella?

—Valen ya lo ha comprendido. Bella está muy ocupada negando la realidad. Quizás debieras enseñarle esa carta.

—Hablaré con ella el fin de semana próximo —dijo Paula, mirando ahora por la ventanilla—. Por lo menos estará en casa y podremos pelearnos a gusto.

Con suavidad, Pedro agarró su mano y la separó de la costura:

—Para de hacer eso o te romperás la uña.

La tensión erótica de ese simple gesto reverberó en el coche y en su conciencia. Pedro se alegró de que su largo jersey de lana ocultara la respuesta de su cuerpo a la mera presencia de Paula y se dijo que iba a volverse loco si no se acostaba con ella. Era un hombre capaz de controlarse y así lo había hecho durante años. Quizás encontrara una manera de hacer el amor con ella sin asustarla ni evocar fantasmas. Para llenar el silencio que empezaba a espesarse, él habló del trabajo y del estado de Roberto, al que había ido a ver por la mañana.

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