lunes, 3 de julio de 2017

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 13

Valentina tomó la mano de su madre mientras Isabella miraba con rencor a Pedro. Estaba claro que a la pequeña no le caía bien. Así que él le dijo:

—No estoy haciendo de padre, Bella. Solo voy a llevarte al cine para que llegues a tiempo.

Isabella enterró la cara en la pierna de su madre.

—La película te animará —dijo Paula al fin—. Así que vamos a aceptar la generosa oferta de Pedro. Aunque, ¿No venías al gimnasio?

—Sí, pero tengo todo el día.

—¿No tienes compromisos? —al decirlo, Paula se sonrojó como si hubiera deseado retirar esas palabras.

—Salvo cenar con mi madre y arreglar su coche —dijo y decidió con placer que la emoción que cruzó el rostro de Paula era alivio—. ¿Y tú?

—Será mejor que vayamos —zanjó ella—. Suénate la naríz, Bella.

Pedro dirigió al grupo hasta su coche y ayudó a las niñas a abrocharse los cinturones de seguridad. Después, se sentó junto a la madre.

—¿Es un Mercedes? —preguntó Paula abruptamente.

Lo que quería preguntar era qué hacía él con un Mercedes. Pedro arrancó el coche y salió a la carretera.

—Lo compré de segunda mano cuando vine en junio y Roberto, mi socio, ha estado arreglándolo en los ratos libres.

Paula hubiera alzado la cabeza con orgulloso desdén. Pero, por el contrario, pareció avergonzada por la torpeza de su pregunta. Habló con timidez:

—El otro día llovía tanto que no me fijé en el coche.

—Y estabas sorprendida de verme —añadió Pedro con maldad.

 Paula explicó con resignación:

—Vivimos a dos manzanas de Whitman, por eso nos encontramos tan a menudo.

—La calle Celtic —añadió Valentina—. Es un departamento.

De manera que los encuentros no se debían al destino, sino a su nueva vida. Las preguntas recorrían el cerebro de Pedro: Fernando era rico y tendría que haber dejado dinero al marcharse. Y si no era así, contaba con la fortuna de su padre. ¿Qué hacía viviendo en unos apartamentos de clase baja? Los había visitado antes de ver su casa y no le habían gustado: habitaciones pequeñas y decoración barata. Le había mentido y vivía de un modo que demostraba que estaba en quiebra. Pero era libre. Comentó en voz alta:

—No sabes cuánto me alegra que se retrasara tu clase, Pau.

Ella no contestó, pero sus dedos se pusieron rígidos sobre la tela de los vaqueros. Dedos sin anillos, porque era soltera. Llegó enseguida al centro donde estaban los cines.

—Pasenlo bien —dijo.

—Gracias —respondió Valentina con una sonrisa deslumbrante de aprobación. Era agradable, en contraste con la mirada de odio que le lanzó la pequeña.

Paula salió del coche rápidamente y se volvió hacia él:

—Gracias, Pedro.

—Tomaremos café un día de éstos.

La frase le ganó una mirada furibunda mientras cerraba la puerta con fuerza. Las vió subir las escaleras del cine mientras decidía ir directamente a casa de su madre a mirar su coche. Divorciada. Libre. Soltera. Las palabras más bellas del vocabulario podían de pronto aplicarse a Paula.

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