miércoles, 1 de febrero de 2017

Destinados: Capítulo 50

El Cuatro de Julio fue un día maravilloso para Nico, empezando con el juego de béisbol en el parque. Sin embargo, Paula se negó a acompañarlos en una carroza. Insistió en seguirlos por la acera mientras los grababa en vídeo. Nico se había puesto el traje de guardabosques y llevaba una bandera americana. Pedro llevaba su uniforme militar completo, con guantes y gorra. Con sus pantalones azules, destacaba entre la docena de militares reunidos en la carroza representando todas las ramas de las fuerzas armadas.

Paula no pudo contar el número de veces que oyó decir a alguna mujer:

—¡Mira a ese marine! ¡Es guapísimo!

Era lo mismo que pensaba ella. Nico estaba extasiado. Iba muy derecho junto a Pedro. De vez en cuando, sonreía a su tía y la saludaba con la mano. Había muchas carrozas y música patriótica. Sintió un nudo en la garganta. A su padre le encantaría ese vídeo. Y ella lo guardaría para siempre como un tesoro. Después del desfile, regresaron al motel para cambiarse y prepararse para la barbacoa. Nico estaba deseando participar en el concurso de comer sandía. Sin embargo, tras dos pedazos, tuvo que rendirse.

—No pasa nada, campeón —dijo Pedro, riendo—. A mí tampoco me cabe más. Busquemos un buen sitio para ver los fuegos artificiales.

El parque se había llenado rápidamente. Cuando encontraron un hueco, tuvieron que abrirse paso para llegar a él. Paula terminó sentada entre Nico y una mujer que tenía una hija de la edad de su sobrino. Bianca, la niña, era muy extrovertida e invitó a Nico a que se sentara con ella, haciéndole un sitio.

—¿No te importa? —preguntó el niño a Pedro, en vez de a Paula.

Entonces, su tía supo que el vínculo entre los dos varones era más fuerte que nunca.

—Claro que no. Puedes compartir con ella tus palomitas.

En cuanto Nico se hubo cambiado de sitio, Pedro se acercó a Paula. El contacto llenó el cuerpo de ella de calidez.

—Es muy bonito —murmuró él junto al oído de ella—. Todo el mundo tiene a alguien.

Paula tuvo deseos de lanzarse a sus brazos.

—Gracias por este día perfecto, Pedro. Nico nunca lo olvidará.

Por alguna razón, su respuesta pareció crear cierta tensión.

—Todavía no ha terminado —señaló Pedro tras una pequeña pausa.

De pronto, los fuegos artificiales comenzaron a explotar en el cielo nocturno. Ella se emocionó, mientras la multitud lanzaba exclamaciones de admiración, sobre todo Nico y Bianca.

Más tarde, de camino al motel, Nico estuvo charlando sobre el caniche de Bianca, Mitzi, que había tenido que quedarse en casa porque le asustaban los fuegos artificiales. Cuando  se hubo lavado los dientes y se hubo puesto el pijama de las Tortugas Ninja, estaba tan cansado que no necesitó un cuento antes de dormir. Rezó sus oraciones y cayó rendido. Pedro lo besó en la frente antes de girarse hacia Paula.

—Hace una noche preciosa. Sentémonos en la piscina un rato. Dejaremos la puerta abierta por si Nico necesita algo.

Paula nunca se había sentido tan tentada de aceptar, pero no se atrevió. Sus sentimientos por Pedro eran demasiado fuertes como para quedarse con él a solas. Durante los fuegos artificiales, ella había tomado una decisión e iba a llevarla a cabo por mucho que Nico se disgustara.

—Me gustaría mucho, pero es tarde, Pedro. Tú tienes que regresar mañana al parque.

—Todos iremos al parque mañana —replicó él, frunciendo el ceño.

—No —negó ella, meneando la cabeza—. Un día como hoy no puede repetirse. Mañana voy a alquilar un coche para llevar a Nico al Parque Sequoia. Quiero que conozca más cosas antes de regresar a Miami.

Paula notó que se ponía tenso.

—¿Por qué vas a hacer eso? Sólo han visto una pequeña parte de Yosemite.

—Tú tienes que trabajar. Ya te hemos robado demasiado tiempo.

—¿De qué va esto, Paula? —preguntó él, enojado.

—¿Por qué te enfadas?

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