domingo, 5 de febrero de 2017

Destinados: Capítulo 64

Paula se emocionó ante la belleza del paisaje que la rodeaba. El bosque tenía el suelo alfombrado de flores de todos los colores. Después de volar al camping de Tuolumne Meadows, Pedro los había llevado de excursión por uno de sus senderos favoritos. Tras dejar su equipo de pesca en la orilla de un arroyo cercano, habían salido a dar un paseo por la pradera.

—¡No me lo puedo creer! —gritó, maravillada, riendo de puro gozo.

Nico se tumbó y empezó a dar vueltas por el suelo. Ella lo imitó y lo agarró. Se quedaron tumbados juntos, sin aliento, mirando al hermoso cielo azul salpicado de nubes que parecían de algodón.

—Nico, ¿Has visto alguna vez un lugar tan hermoso como éste?

—No —respondió el niño y señaló las nubes—. ¡Parecen almohadas!

Mientras observaban las nubes, Pedro se tumbó junto a Paula, con un brazo debajo de la cabeza. Con la otra mano, acercó una florecilla amarilla a la nariz de ella. Olía de maravilla y parecía diminuta en su mano fuerte y bronceada.

Entonces, Paula se dió cuenta de la marca blanca que tenía en el dedo. No llevaba el anillo. Sorprendida, giró la cabeza hacia él. Lo que percibió en sus ojos azules fue un deseo tan intenso que la dejó sin respiración. Se quedó allí, sin poder creerlo, mientras él la besaba. Sucedió de forma tan natural que ella lo recibió del mismo modo que recibía el sol que bañaba su cuerpo. Su profundo amor por él la impulsó a abrir la boca, rindiéndose a su beso. Tumbados entre las flores silvestres,  sólo fue consciente del martilleo de su corazón y del canto de los insectos. Una pasión desconocida para ella se apoderó de todo su cuerpo. Si aquella sensación pudiera durar para siempre…

—¿Pepe? ¿Por qué estás besando a Pau?

Sumergida en el delicioso beso, Paula tardó un poco más que él en reaccionar. Pedro levantó la cabeza con reticencia.

—Porque me apetecía —contestó él con voz ronca.

—Ah —repuso Nico, parado junto a ellos—. ¿Cuándo vamos a ir a pescar?

—Dentro de unos minutos. ¿Por qué no vas a buscar mariposas? No hay muchas en el parque. Mira a ver cuántas puedes contar. Es muy importante.

 —Bien. Ahora vuelvo.

—No hay prisa. Tenemos toda la tarde.

Paula temió hacer o decir algo, por miedo a que aquello fuera un sueño y despertar. De nuevo, Pedro posó los labios sobre los de ella. Ninguno de los dos se molestó en ocultar su ansiedad por estar juntos. Se tumbó boca arriba y la colocó encima de él, rindiéndose al deseo que llevaba controlando durante demasiado tiempo. Paula sentía lo mismo. Mientras Pedro le acariciaba la espalda, ella le besó toda la cara y, de nuevo, la boca. Los dos se devoraron con pasión. Sabiendo que Nico volvería en cualquier momento, él se apartó un poco, mirándola.

—Estoy enamorado de tí, Pau—admitió él y de nuevo le besó el rostro—. Eres lo más bonito que hay en mi vida. Si no te he dicho nada antes, ha sido por Santiago. Quería asegurarme de que no había nada más entre ustedes.

—Eso me temía —repuso ella con ojos ardientes—. He estado esperando que me dieras alguna pista sobre tus sentimientos. Oh, Pepe, ¡Te has convertido en el centro de mi mundo! Te quiero tanto que no puedes ni imaginártelo…

—Sí puedo, porque yo siento lo mismo —afirmó,  y la besó con ternura—. Te necesito. Cuando te fuiste del parque, me sentí perdido.

—Como puedes ver, he vuelto, porque no podía vivir separada de tí.

Pedro la tumbó de espaldas y la besó, sin conseguir saciar su pasión.

—Oye, Pepe, no puedo encontrar mariposas —dijo Nico, corriendo hasta ellos—. ¿Por qué sigues besándola?

—¡Porque me encanta!

—Ah —repuso Nico y se quedó mirándolos.

Pedro se sentó y sonrió al niño, que se había ganado un lugar en su corazón. Paula se enderezó, con el aspecto de una mujer que hubiera sido besada apasionadamente.

—¿Cuándo vamos a ir a pescar?

—Ahora mismo, campeón —contestó,  y se puso en pie.

Paula le dió la mano y se levantó también, aunque con algo de dificultad porque todo su cuerpo estaba temblando.

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