viernes, 24 de febrero de 2017

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 47

Cuando todos se hubieron servido pavo, puré de patatas, ensalada y judías verdes, se quedaron en silencio mientras su padre daba las gracias por los alimentos que iban a degustar.

—Abuela, ¿Cuándo damos gracias los demás? —preguntó Sofía.

—Ahora —contestó la madre de Paula—. ¿Quién  quiere empezar?

Delfina levantó la mano.

—Quiero dar las gracias por haber conocido a la madre de Mauro —propuso mirando a su prometido.

—Vaya —contestó Mauro sorprendido—. Debo decir que esto me sorprende sobremanera y me molesta—bromeó—. Deberías dar las gracias por haberme conocido a mí.

—Te recuerdo que fue idea de tu madre mandarte a la playa. Si no lo hubiera hecho, jamás nos habríamos conocido.

 Mauro asintió.

—Tienes razón. Yo también le doy las gracias —sonrió.

—Ya que han empezado ustedes, seguimos por aquí —intervino Gonzalo siguiendo el orden de la mesa—. Yo doy las gracias por seguir soltero —dijo el hermano de Paula—. ¡Ay! —se quejó cuando su hermana mayor le dió un codazo en las costillas.

—Que haya paz, hijos —intervino el doctor Miguel Chaves levantando su copa y mirando a su mujer—. Yo doy gracias por que Gonzalo no tenga novia porque, si la hubiera invitado hoy a venir, no habríamos cabida en la mesa, así que, hijo mío, sigue soltero.

—No te va a servir de nada intentar engañarme haciéndome ver que estás de mi parte —sonrió Gonzalo.

 —Bueno, tenía que intentarlo —contestó su padre encogiéndose de hombros—. Entonces, doy gracias por que Alejandra me dijera que sí hace treinta y cinco años.

 Paula miró a sus padres emocionada.

—¿Y tú, hijo? —dijo el doctor Chaves mirando a Pedro—. ¿Por qué quieres dar tú las gracias?

—Yo doy las gracias porque he hecho amigas nuevas —contestó Pedro.

Paula  sintió que el corazón le daba un vuelco.

—Me toca, ¿No? Yo doy las gracias por tenerlos a todos.

—Mamá, todos los años dices lo mismo —se quejó Sofía.

Paula se encogió de hombros.

—Lo digo porque es verdad. Los quiero mucho a todos. Ahora te toca a tí —le dijo a su hija cruzando los dedos para que no dijera nada inoportuno.

Sofía se quedó pensativa.

—Yo doy gracias porque Pedro tiene trabajo.

Paula suspiró aliviada.

 —¿Antes no trabajabas? —quiso saber su hermano.

—No —contestó Pedro—. El pavo está delicioso, señora Chaves—añadió.

—Gracias —contestó Alejandra—. Bueno, ahora me toca a mí...

—¿Eso quiere decir que tienes...? —insistió Gonzalo.

—¿Dinero? —concluyó Pedro—. Sí, se podría decir que no me falta.

—Pepe metió todo el dinero que ganaba en el banco y ahora se dedica a pescar —les explicó Sofía.

—¿Tu trabajo consiste en pescar? —se burló Gonzalo.

«No le defiendas, ya es mayorcito, así que no abras la boca», se dijo Paula a sí misma.

—Es consultor —anunció sin poderse morder la lengua.

—Vaya, qué interesante —contestó Gonzalo.

—Bueno, estábamos con los agradecimientos y sólo faltaba yo —intervino Alejandra.

—Adelante —la animó su hija.

—No me has dicho para qué empresa trabajas — insistió Gonzalo.

—Soy ingeniero, invento chismes para aeronaves y transbordadores espaciales. Tenía una empresa, pero la vendí y ahora han conseguido un contrato con la NASA y quieren que les eche una mano —contestó —. La verdad es que llevan detrás de mí desde que les vendí la empresa.

—¿Cuánto hace de eso? —quiso saber Mauro, que era el típico abogado cotilla.

 —Hace dos años.

—¿Y por qué no aceptaste su oferta entonces? — preguntó Delfina, la típica hermana cotilla. Desde luego, aquellos dos hacían buena pareja.

 —Necesitaba...

—Tiempo —concluyó Paula—. Se acabo el tercer grado, chicos.

 —¿Y qué es eso de que te ha llevado a pescar otro hombre? — le dijo Gonzalo a su sobrina.

—Como tú siempre estás tan ocupado trabajando —contestó la niña encogiéndose de hombros—. Además, Pepe tiene una caña de pescar de mi tamaño y me dejó utilizarla porque su hijo no pudo hacerlo.

Horror. Sofía acababa de meter la pata. Pedro sonrió a la niña y miró al resto de los presentes, que se habían quedado helados.

—Mi hijo Marcos murió en un accidente de tráfico hace dos años junto a su madre, mi ex mujer.

Delfina ahogó una exclamación y Paula aguantó la respiración, pero nadie dijo que lo sentía. Menos mal.

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