miércoles, 1 de febrero de 2017

Destinados: Capítulo 51

—¿Tú qué crees? —repuso él—. Para empezar, había hecho planes para que los tres fuéramos de excursión. No es justo que cambies el itinerario de pronto.

—Lo… lo siento.

Pedro se dirigió a la puerta y la abrió. La luz del exterior dibujó el perfil de su rostro.

—Nunca habías hablado de ir a Sequoia antes. Admite que es una excusa. Si estás tan ansiosa por volver con Santiago, no uses mi trabajo para justificar que quieras irte. Nico se merece saber la verdad, ¿No crees? Ya ha sufrido bastante por no entender lo que pasaba hacía un año.

Paula se quedó petrificada mientras él cerraba la puerta. El eco de sus palabras resonó dentro de ella. Sin pensarlo, corrió a abrir la puerta.

—¿Pedro? —lo llamó.

Pedro miró en su dirección, con la llave en la mano. Ella nunca lo había visto tan enfadado.

—Por favor, vuelve —le pidió.

—No creo que sea buena idea —señaló él.

—Ven sólo un momento junto a la puerta. Si hablamos bajo, no despertaremos a Nico.

—Prefiero no tener una discusión delante de la gente.

Pedro tenía razón. Los huéspedes del motel habían empezado a regresar y a estacionar sus coches delante de los bungalós vecinos.

—Entonces, iremos a la piscina como sugeriste.

—Tú tenías razón antes. Es tarde.

Dejando la puerta entreabierta, Paula caminó hasta él.

—No tenía ni idea de que ibas a enfadarte por eso.

—Lo siento. Nico significa mucho para mí —dijo él, frotándose la nuca.

 —Él te quiere —afirmó ella con voz temblorosa.

—La verdad es que entiendo por qué no quieres seguir en Yosemite. Cuando regreses a casa con Santiago, Nico va a ponerse difícil otra vez.

—Tienes razón.

—¿Santiago quiere a Nico?

—No. Sólo se quiere a sí mismo. Cuando yo salía con él, Nico vivía con sus padres y no estaba tanto tiempo con nosotros. Pero no tiene importancia, porque lo mío con Santiago ha terminado. He descubierto que ya no siento nada por él. Se ocupó de matar mi amor hace tiempo.

Hubo una larga pausa.

—¿Quieres decir que lo de ustedes ha terminado?

—Sí. Lo ví en la compañía de cruceros cuando entregué mi dimisión. Ya no significa nada para mí.

—¿Se lo dijiste a él?

—Sí.

—¿Lo aceptó?

—No, pero sólo por orgullo.

Pedro la observó con atención.

—Si no quieres regresar con él, ¿Por qué no quieres pasar el resto de tus vacaciones en Yosemite? Eso te recomendó el terapeuta, ¿No es así? ¿No te aconsejó que dejaras que Nico creyera que ésta es la primera de sus vacaciones aquí, para calmar así su ansiedad por la separación?

—Eres muy inteligente, Pedro. Eso es exactamente lo que me dijo el doctor Karsh. En teoría, funciona.

—En realidad, ha funcionado muy bien. No entiendo cuál es el problema — señaló él con gesto de preocupación.

—Tú eres el guardabosques jefe. No puedo pedirte que dejes tus responsabilidades por Nico, por muy buena voluntad que tengas. Por favor, no lo discutas —le rogó, sintiendo que él estaba a punto de hacerlo—. Hemos pasado dos días fantásticos. Esperar más de tí sería interferir con tu trabajo —afirmó—. Si mi familia viviera en California y yo pudiera llevar a Nico de vez en cuando para que te viera, estaría bien. Pero vivimos a miles de kilómetros de distancia. Cuando empiece a trabajar, será todavía más difícil venir aquí de vacaciones. Cuando podamos venir, quizá tú no estés disponible. Odio pensar que tengas que dejarlo todo para ocuparte de nosotros. No está bien y no quiero que lo hagas.

Pedro se quedó mirándola.

—Ya he sugerido otra opción. Mientras estoy mañana en el trabajo, ¿Por qué no te acercas al departamento de recursos humanos para presentarte para el puesto que te ofrecí? Piensa en ello esta noche, lo hablaremos por la mañana.

La cabeza le dió vueltas a Paula. Esa noche no iba a poder pegar ojo. Él le había ofrecido una solución temporal al problema de Nico, pero no había garantía de que Pedro fuera a estar siempre trabajando en el parque. Ni había garantía de que siguiera soltero, cuando estuviera preparado para dejar que otra mujer entrara en su vida. Vivir cerca de él, trabajar para él, casi convivir con él… No podía ponerlos ni a Nico ni a sí misma en esa tesitura. ¡Ella no quería otro puesto que el de su esposa! Lo que  quería era estar con él las veinticuatro horas del día, siete días a la semana. Quería tener hijos con él. No podía conformarse con menos.

—Eres un hombre muy generoso y atento, pero no hace falta que lo piense — contestó ella—. Mi vida está en Miami con mis padres y Nico. Él va a estar bien, lo sé. Sin embargo, como has hecho planes con nosotros durante los próximos días, no quiero decepcionarlos ni a tí ni a Nico, así que nos veremos por la mañana. Buenas noches.

Paula volvió a su habitación. Tras cerrar la puerta, se apoyó contra la pared, sollozando. Dentro de dos días, Nico y ella se irían y el guardabosques podría, al fin, dejar atrás ese episodio de su vida.

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