lunes, 20 de febrero de 2017

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 34

—¿Te ha gustado?

—Mucho —contestó,  abriendo los ojos y  sintiendo la erección de Pedro en la pierna—. Ahorate toca a tí.

—¡Bien! —bromeó Pedro abriendo el cajón de la mesilla y sacando un paquete de preservativos.

—Menos mal que uno de los dos se ha acordado—comentó Paula.

—Están aquí desde hace un millón de años —contestó,  colocándose un preservativo con manos temblorosas. A continuación, se tumbó entre sus piernas.

—Hace mucho tiempo que no lo hago y no sé si...

Paula le puso un dedo sobre los labios.

—Paula dice que no pienses, que sólo sientas. Cállate y bésame.

Pedro sonrió y la besó. Sentirlo tan cerca era maravilloso y, cuando se adentró en su cuerpo, maravilloso se convirtió en increíble. Moviéndose al unísono ambos alcanzaron el orgasmo. Cuando pudieron recobrar la respiración de nuevo, se quedaron abrazados en silencio. Al cabo de un rato. Él la besó en la boca y se levantó. Al instante, Paula recuperó la cordura y se preguntó qué demonios había hecho. Estaba muy claro, se había acostado con su paciente, el peor error que podía cometer una enfermera. Sólo había una manera de arreglarlo, así que se apresuró a ponerse en pie, a vestirse y a bajar al baño que había en la planta de entrada. Cuando salió. Pedro  la estaba esperando junto a la chimenea.

—Hola.

—Hola.

—Veo que te has vestido. ¿Significa eso que no te vas a quedar a dormir?

 —No, me tengo que ir —contestó Paula.

—¿Por qué? —quiso saber Pedro cruzándose de brazos—. Sofía está durmiendo en casa de tus padres.

—Me parece que ha quedado muy claro que ya no me necesitas.

—¿Por qué dices eso?

—Porque me acabas de demostrar que físicamente estas perfectamente, así que no voy a volver.

—¿Porqué?

—Me parece que es bastante obvio.

—¿Por qué hemos hecho el amor?

—Bingo.

—¿Y si te dijera que no volverá a ocurrir?

—No te creería.

—Chica lista.

—Mira, Pedro, me ha costado mucho ser enfermera y no puedo tirarlo todo por la borda. Lo cierto es que no confío en tí.

—Me gustaría que quedara claro que no he sido yo quien te ha besado.

—No, he sido yo —admitió Paula sintiéndose como una idiota.

—No te vayas —le pidió Pedro.

Paula lo miró a los ojos. No podía ser.

—Lo siento, Pedro, pero me tengo que ir. Gracias por todo.

—¿De qué tienes miedo, Paula? —dijo, agarrándola del brazo.

—Adiós, Pedro —contestó ella apartándose de él y corriendo hacia la puerta—. No te lo tomes a mal, pero espero no volver a verte por urgencias.

—Paula...

—Adiós —se despidió Paula  corriendo hacia su coche.

Su misión estaba más o menos terminada. Pedro se había abierto, pero ahora era ella la que se cerraba. Se iba no porque tuviera miedo de perder el trabajo sino porque tenía miedo de perder el corazón. Menos mal que se había dado cuenta a tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario