domingo, 19 de febrero de 2017

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 32

—Hay que seguir adelante, Pedro—lo animó—. Tú querías a tu hijo y su madre lo quería. No había razón para creer que no estaba seguro con ella.

Pedro se llevó las manos a los ojos.

—Lo echo tanto de menos...

 —No voy a decir que sé cómo te sientes por qué no lo sé, porque no quiero ni imaginarme cómo me sentiría yo si perdiera a mi hija, pero...

—Como me digas que lo sientes, te aseguro que me pongo a patinar con muletas —intentó bromear Pedro.

—No, no te voy a decir que lo siento, aunque realmente lo siento, lo que quiero decirte es que tienes que aprender a vivir de nuevo —contestó Paula con lágrimas en los ojos.

Pedro había abierto sus heridas para sanarlas, para que salieran las toxinas, pero ella sabía que quedaba un último escalón, tenía que contarle que la muerte de su hijo no había sido en vano, que gracias a Marcos, Sofía veía. Su instinto le decía que no era aquel el momento, pero sería en breve y, ¿Qué pasaría entonces? ¿Cómo se lo tomaría? ¿Volvería a cerrarse y no dejaría que nadie se acercara a él jamás? Pedro la miró y  cometió el error de mirarlo a los ojos. Al hacerlo, la visión se le nubló y sintió que las lágrimas comenzaban a resbalarle por las mejillas.

—Paula...

—No te preocupes por mí —le dijo poniéndose en pie.

Pero Pedro la agarró del brazo.

—Mírame.

Paula negó con la cabeza, pero él  le tomó el rostro entre las manos y la miró a los ojos.

—Por favor, no llores por mí.

Paula sentía su cercanía y se moría por sentir sus labios, así que cerró los ojos y esperó, pero Pedro no la besó. Abrió los ojos extrañada y se dió cuenta de que, aunque le había llevado su tiempo. Pedro había aprendido por fin a respetar las normas. Le estaba diciendo que todo dependía de ella, que, si ella quería, ocurriría lo que él deseaba que ocurriera.  Se dijo que podía denegar la invitación, pero entonces jamás sabría lo que era hacer el amor con un hombre como aquel. En realidad, no tenía opción.


Pedro esperó temiendo que Paula se echará atrás. Jamás había deseado tanto a una mujer, deseaba con todo su ser que lo besara. De repente, sintió que Paula y sólo Paula podía curarlo. Por primera vez en dos años, quería acariciar y ser acariciado. Él, que había creído que jamás podría volver a sentir nada más que angustia, tenía la sensación de que, por fin, respiraba de nuevo. Se sentía como un hombre que se está ahogando y al que, de repente, alguien agarra desde la superficie del agua. Paula lo besó y  sintió que el mundo se paraba. Al instante, le devolvió el beso, un beso apasionado y febril.

—Vamos a mi habitación —propuso.

—Sí —contestó Paula mojándose los labios.

Aquel gesto inocente hizo que el deseo de Pedro se desbordara y que la erección amenazara con atravesarle los pantalones. Ella  le ayudó a subir las escaleras y, una vez en su habitación. Pedro la tomó de la mano y la condujo a la cama.

—¿Estás segura?

—Sí, pero creo que...

—No pienses, limítate a sentir —la interrumpió, poniéndole un dedo sobre los labios. A continuación, se inclinó sobre ella y la besó.

Paula se estremeció. Pedro le soltó el pelo que llevaba recogido con una horquilla y los cabellos dorados le cayeron sobre los hombros.

 —Maravillosa —murmuró.

Paula le puso las manos en el pecho, las deslizó hasta la cinturilla del pantalón, le sacó la camiseta, pasó las manos por debajo y le acarició la piel desnuda. La sensación de conexión que Pedro experimentó fue indescriptible. Aquello era lo mejor que le había sucedido en mucho tiempo. Necesitaba a sentirla más cerca.

2 comentarios:

  1. Muy lindos capítulos!!! Por fin Pedro se abrió! Ahora falta que Paula lo cuente!

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  2. Esta historia me atrapa cada vez más!!

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