sábado, 11 de febrero de 2017

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 6

- ¿Seguro?

 - Sí – contestó Pedro.

- Te voy a administrar antibiótico para la infección – le informó Paula -.Muy  bien, ya casi esta. Ahora lo único que queda es que el doctor te ponga las grapas en el hombro y podrás subir a planta a dormir.

- Pareces muy contenta. Supongo que tienes ganas de perderme de vista.

- Vaya, creía que estaba disimulando bien.

- ¿Por qué tienes tantas ganas de deshacerte de mi?

- No te muevas – le dijo Paula mirándolo a los ojos -. Porque eres mi peor pesadilla.

- Vaya, eso sí que es decir las cosas con claridad.

- La verdad es que no me puedo creer que te acabe de decir eso – sonrió Paula.

- Pues lo has hecho, así que ahora lo mínimo que puedes hacer es darme una explicación.

- No, no insistas porque no te voy a decir nada más.

  - Hombre, lo mínimo que podrías hacer es explicarme por qué me quieres peder de vista. Me he portado bien y no me he movido mientras me torturabas.

- No.

  - ¿Por qué soy  tu peor pesadilla?

 - ¿No te vas a dar por vencido?

- No.

  - Muy bien – suspiró Paula-. Tú ganas. Estoy deseando perderte de vista porque eres peligroso, eres una bala perdida y, si me preguntas por qué lo sé, te diré que es obvio que nadie en un sano juicio quiere irse del hospital estando como tú estás. Es obvio que no respetas las reglas.

 - Yo prefiero pensar que tengo mis propias reglas.

 - Ya. Bueno, la cosa es que las personas como tu no me vienen bien.

  - La comida basura no te viene bien. Yo …

—Tú eres como la grasa saturada —dijo Paula.

—Veo que algún canalla te ha hecho daño.

—¿Cómo te has dado cuenta? —contestó Paula sorprendida—. Veo que, efectivamente, no eres tonto.

—Eso es lo más bonito que me has dicho desde que nos conocemos.

 —Probablemente será lo más bonito que te diga jamás.

Aquella conversación estaba haciendo que Pedro se olvidara del dolor. Sin embargo, se preguntó qué lo estaba llevando a provocarla. Si no fuera imposible, se hubiera dicho que estaba flirteando con ella, pero no podía ser porque un hombre flirteaba única y exclusivamente cuando estaba interesado en una mujer y él hacía mucho tiempo que no estaba interesado ni en una mujer ni en nada.

—Hablame de ese canalla.

—No es asunto tuyo —contestó ella, recogiendo el material de cura.

—Venga.

—No es profesional.

—¿Acaso la profesión de una enfermera no es ayudar a los pacientes a olvidarse del dolor? Hablar contigo hace que no piense en el dolor.

—Está bien. Podemos hablar del tiempo, de deportes, de películas, de libros o de...

—Quiero hablar del canalla que te ha hecho tanto daño.

—¿Por qué? —dijo Paula mirándolo a los ojos—.¿Le vas a dar una paliza?

—Puede ser —contestó Pedro—. Cuando me haya recuperado, claro — sonrió—. En serio, ¿Cómo me puedo defender cuando me dices que soy tu peor pesadilla si no me cuentas por qué lo soy?

— Para haber sufrido un accidente hace poco, eres increíblemente cabezota.

—Para mí, eso es una virtud.

 —Me recuerdas a él —confesó Paula por fin.

 —Vaya por Dios...

—Querías saberlo y ahora ya lo sabes.  Él también se saltaba todas las normas. Supongo que seguirá haciéndolo. También era guapo...

—¿Te parezco guapo?

—Yo no he dicho eso.

—Pero has dicho que te recuerdo a él y él era guapo. ¿En qué quedamos? ¿Te parezco guapo o no?

¿Y por qué, de repente, le importaba a él que aquella enfermera lo encontrara guapo o no?

—Digamos que no eres Cuasimodo —contestó Paula—. Bueno, ya te he subido el ego. ¿Contento?

Pedro se dió cuenta de que la enfermera Paula Chaves lo debía de haber pasado muy mal por culpa de aquel canalla del que no quería hablar.

—Siento mucho que tu marido...

—No, nunca fue mi marido —lo interrumpió,  con vehemencia—. Hice el idiota con él, pero fui lo suficientemente lista como para no casarme con él.

—¿Qué hizo para que lo odies tanto?

Paula lo miró a los ojos.

—Me abandonó cuando más lo necesitaba —contestó.

Pedro se preguntó para qué habría necesitado una mujer tan maravillosa como ella a aquel canalla. Por propia experiencia sabía que, por muy buena persona que uno fuera, el mal siempre estaba acechando.

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