domingo, 5 de febrero de 2017

Destinados: Capítulo 60

—¿Paula?

La voz de Pedro la despertó. Se sentó en el sofá y se apartó el pelo de los ojos.

—Hola. ¿Cuándo has llegado?

—Acabo de entrar.

—¿Qué hora es?

—Poco más de las once.

—¿Ha habido heridos? —preguntó ella.

—No.

 —Gracias a Dios —dijo Paula y se estiró—. Nico está dormido en el cuarto de invitados.

—Eso pensé —repuso él.

Pedro tomó la foto que habían estado viendo antes y se sentó en una silla, junto al sofá. Quizá su lugar no fuera la mesita, se dijo ella.

—Nico  me la enseñó antes. Tu esposa era muy guapa.

 —Sí.

—¿Hace cuánto tiempo murió?

—Cinco años.

Tanto tiempo… y él seguía llevando la alianza. Paula sintió como si se le clavara una daga en el corazón.

—Éramos muy felices —añadió él.

—Es obvio —susurró ella—. ¿Por qué no tuvieron hijos?

 —Nos conocimos en Alemania cuando los dos estábamos en el ejército. Ella era una de las enfermeras. Después de dieciocho meses de matrimonio, una bomba la mató cuando estaba de servicio en el Medio Este.

—Lo siento mucho, Pedro. No puedo ni imaginarlo.

—En ese momento, yo tampoco podía. Dejé el ejército y regresé a Estados Unidos. Me alisté como guardabosques, primero en Colorado, luego en Utah. Mi objetivo era estar aquí para poder ayudar a cuidar a mi abuela, que se había quedado inválida.

—Sé lo que es eso. Mi padre está casi inválido también, lleva casi toda la vida así por una cardiopatía.

—¿Toda la vida? —preguntó Pedro, sorprendido.

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