domingo, 26 de febrero de 2017

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 51

—Cariño, estás muerta de sueño —observó Paula al ver que su hija no paraba de bostezar—. Anda, da las buenas noches y  vete a la cama.

—Cinco minutos más —imploró la pequeña.

-No.

—¿Cuatro? ¿Tres?

Paula negó con la cabeza.

—¿Dos? ¿Uno?

—Cero —contestó su madre—. Buenas noches.

—Está bien —accedió la niña poniéndose en pie—. Buenas noches, Pepe —dijo acercándose a él y abrazándolo.


 Por segunda vez en poco tiempo. Pedro se sintió felíz. Por fin, tenía alguien a quien abrazar y con quien reírse. Paula llevó a Sofía a la cama y, cuando volvió, se quedó mirando la mesa y sonrió.

—Seguro que tus empleados se alegraron de que vendieras la empresa — bromeó cruzándose de brazos.

—¿Por qué dices eso? —contestó Pedro sorprendido.

—Porque eres un negrero. Mi pobre hija está destrozada —sonrió Paula.

—Bueno, ahora que estamos los dos solos, dime la verdad —dijo  observando las alas—. ¿Le pongo más lentejuelas?

—Como le pongas más lentejuelas, no la van a dejar entrar en el cielo — contestó ella—. Perdón, lo he dicho sin pensar...

—No pasa nada. No quiero que tengas que pensar lo que dices delante mí. Lo cierto es que he pensado mucho en mi hijo esta noche. La verdad es que acordarme de él me ha dolido menos de lo que yo creía. Es un gran alivio, ¿Sabes? ¿Te había dicho que tenía más o menos la edad de tu hija cuando murió? A lo mejor, él también habría hecho de angelito en alguna función de Navidad...

 —Pedro—dijo Paula acercándose a él.

—Dime.

—Mi hija no puede reemplazar a tu hijo.

 —Ya lo sé —suspiró él—. Te aseguro que no pretendo que Sofi reemplace a mi hijo, pero la verdad, aunque suene egoísta, es que lo echo un poquito menos de menos cuando hago alas de angelito con tu hija o cuando pienso que la voy a acompañar a una boda —contestó tomándola de la cintura—. ¿Son imaginaciones mías o tú también te sientes menos sola desde que nos hemos conocido?

—Yo no me siento sola en absoluto —contestó —. Tengo mi trabajo, mi hija, mi familia...

 —¿Es suficiente?

—Sí.

—¿De verdad? ¿Y por qué mantienes las distancias?

—Ya te lo dije cuando nos conocimos en urgencias.

— Sí, pero estoy decidido a demostrarte que yo no tengo nada que ver con el padre de Sofi.

—Pedro, por favor, no...

—¿No qué?

—Aunque quisiera, tú y yo no tenemos futuro.

 —Si quieres darle a tu hija una familia, tarde o temprano. vas a tener que bajar ¡a guardia.

—Puede que tengas razón, pero no es por eso por lo que digo que tú y yo no tenemos futuro.

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