viernes, 3 de febrero de 2017

Destinados: Capítulo 57

A veces, los problemas llegaban todos a la vez, pensó Pedro. Su instinto le dijo que recibiría otra llamada antes de que pudiera ir al hotel a recoger a Nico y a Paula. Según se acercaban al pueblo de Yosemite, Patricio recibió una llamada en la radio del helicóptero.

—Jefe, Sims quiere que sepas que ha habido un terremoto de magnitud 4.3 en la zona de Mammoth Lakes hace unos minutos. Se ha sentido con mucha fuerza desde el cuartel general.

Eso estaba a unos cien kilómetros de distancia.

—¿Han reportado los hoteles algún daño?

—Todavía no. Estamos esperando a recibir noticias de todos los guardabosques del parque. Dicen que la sacudida ha sido muy fuerte.

Empezó a sudar. Nico estaría aterrorizado. No querría volver nunca más al parque. Por suerte, Matías estaba con ellos, se dijo. Nadie podía mantener la calma mejor en un momento de crisis que su amigo. Todavía en el helicóptero, llamó a su amigo, que respondió enseguida.

—¿Pepe? Supongo que te has enterado.

—Sí, sigo en el aire, estoy volviendo de Porcupine Creek. Patricio me ha dado el mensaje. ¿Cómo están Nico y Paula? —preguntó con voz temblorosa.

—No lo sé.

—¿Qué quieres decir? Pensé que estabas con ellos —replicó, apretando el teléfono.

—Me reuní con ellos para comer. Santiago estuvo allí. Paula le dijo que se fuera. Cuando él se negó, llamé a seguridad y se largó. No volverá, Pepe. Después de eso, me fui, porque Nico me dejó claro que iba a ir a nadar con Paula, nada más. Es lo único que sé.

Eran buenas noticias, pero en ese momento necesitaba saber si ellos se encontraban bien.

—¿Estás en casa?

—No. He ido a caballo con un par de compañeros para comprobar que los pescadores tuvieran sus permisos en regla. En cuanto recibí la noticia de la central, llamé a Paula, pero me saltó el buzón de voz. Ahora, en el camino de vuelta, estamos comprobando que la gente de los campings esté bien. Llegaremos dentro de media hora.

—¿Has sentido los temblores?

—No. Pero imagino que Nico estará muy asustado. California no es Florida. Esto no va a ayudarlo con sus pesadillas. Ni a Paula.

—Tienes razón —dijo Pedro y respiró hondo—. Estamos a punto de aterrizar. Te llamaré luego.

Nada más colgar, llamó a Paula al móvil. Sus venas estaban cargadas de adrenalina. Rezó por que respondiera.

—¿Paula? —dijo él en cuanto ella contestó, al primer timbre.

—Oh, gracias a Dios, Pedro…

 Paula le quitó las palabras de la boca. El alivio que mostró al recibir su llamada fue muy gratificante para él.

—¿Cómo están Nico y tú?

—Estamos bien, ahora que has llamado.

—¿Dónde están?

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