viernes, 17 de febrero de 2017

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 22

—El desayuno está servido, majestad —le dijo Paula dejando la bandeja sobre la cama.

 A continuación, Sofía dió  buena cuenta de las tortitas mientras Paula se tomaba el café.

—Mamá, me acabo de acordar de que hoy me tocaba a mí traerme a Lucky a casa —se lamentó la niña de repente.

Lucky era un osito de peluche que tenían en la guardería y que cada día se llevaba un niño a casa. El juego consistía en que lo tenían que cuidar como si fuera un miembro más de la familia y contarles al día siguiente a sus compañeros lo que había hecho el osito en su casa. A Sofía le encantaba llevarse a Lucky.

—No te preocupes, cariño, hablaré con la señora Coates para que te cambie el tumo con otro niño —la tranquilizó Paula.

— Sí, a Victoria le toca llevárselo mañana, así que, a lo mejor lo puedo cambiar con ella.

—Muy bien.

—Vicky se lo lleva a jugar al fútbol —le contó la niña—. Yo también quiero jugar al fútbol.

—El año que viene —contestó Paula.

—Además, el entrenador del equipo es el padre de Vicky.

Paula se preparó para lo que sabía que venía a continuación.

—¿Y mi padre dónde está?

—No lo sé, Sofi. Hace mucho que no sé nada de él —contestó, sinceramente.

—¿Desde que nací? ¿Porque le daba miedo lo de mis ojos?

—Sí. No sabía cómo ayudarte, cuando se enteró de que eras ciega, no supo qué hacer, le dió mucho miedo y se fue — le explicó Paula.

A pesar de que hacía cinco años de aquello, todavía le costaba no hablar del padre de su hija con cierta rabia.

—Pero ahora veo —dijo la niña.

—Sí.

¿Y cómo explicarle que se había puesto en contacto con su padre tras la operación para decirle que todo había salido bien y que él le había dicho que, aun así, no podía soportarlo? Paula  había pensado en demandarlo para que por lo menos, se viera obligado a pasarle una pensión de manutención a su hija, pero, al final, decidió que, si el padre de Sofía no quería tener nada que ver con ellas, su hija y ella estaban mejor sin él y que no necesitaban nada de aquel hombre.

—Estamos tú y yo solas, pero eso es más que suficiente, ¿Verdad? —dijo,  abrazando a su hija.

—Te quiero mucho, mamá.

— Yo también te quiero, cariño.

Aunque era cierto que su hija la adoraba,  sabía que todos los niños necesitaban un padre y una madre. Ella había tenido a su hermana Delfina y a su hermano Gonzalo y a unos padres que los adoraban y quería darle a su hija la misma estabilidad y seguridad que ella había tenido, una familia perfecta y una vida perfecta. Pero de momento las cosas no estaban saliendo muy bien. El hombre que tendría que haber amado, apoyado y protegido a su hija, se había largado en cuanto se había producido el primer problema. De repente, se encontró pensando en Pedro. Aquel hombre sí que quería a su hijo. De hecho, lo quería tanto que, ahora que el niño había muerto, se negaba a seguir viviendo. Seguro que él sí que era un buen padre. ¡Un momento, un momento! Aunque se sentía físicamente atraída por aquel hombre, no debía dejarse llevar por el corazón. Ya lo había hecho una vez, con el padre de Sofía , y le había salido fatal. Si alguna vez decidía embarcarse en otra relación, no se dejaría llevar por el corazón sino que actuaría fría y racionalmente. En aquel momento sonó el teléfono y Sofía contestó.

—¿Quién es? —preguntó—. Yo me llamo Sofiá. Sí, está aquí conmigo, es que estoy malita y mi abuela está en la playa, así que mamá me ha dicho que no hacía falta que fuera al colegio y nos hemos quedado haciendo un día del pijama —le explicó a la persona que había llamado—. Consiste en quedamos las dos en la cama comiendo tortitas y viendo una película —añadió—. Pedro dice que te pongas —le dijo a su madre por fin.

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