miércoles, 1 de febrero de 2017

Destinados: Capítulo 53

Pedro echó un vistazo a la habitación del motel, repleta de juguetes de agua, un globo, envoltorios de caramelos, latas de refresco, moscas de pescar, ropa, toallas, el libro de Nico de Los conejitos locos y una biblia que el niño había sacado del cajón. Sin duda, parecía la habitación de una familia. Durante muchos años,  había olvidado lo que era formar parte de una familia. Lo único que faltaba en su cuarto era un camisón de encaje tirado en el suelo junto a la cama, una barra de labios sobre la cómoda y un biquini colgado en el baño para secarse. Había disfrutado tanto en las últimas dieciocho horas que se le rompió corazón al pensar que aquello no pudiera durar para siempre.

Paula  empezó a sacar las cosas de su maleta en la habitación del Yosemite Lodge que Nico  y ella habían ocupado en su viaje anterior. Antes de dejarlos a solas, Pedro  le había soltado la noticia bomba. Santiago había ido a buscarla.

—¿Nico? ¿Llamó Santiago a casa el otro día? —le preguntó.


—Sí. Le dije que te habías ido de compras para el viaje —repuso el niño, un poco nervioso—. Olvidé decírtelo. ¿Estás enfadada?

—Claro que no. Ya no lo quiero y no quiero que me llame nunca más.

—Los abuelos dicen que te lastimó. No vas a casarte con él, ¿Verdad?

—Ni hablar.

 —¿Por qué ha venido?

—Ha venido al parque para intentar que yo lo quiera de nuevo, pero no puede conseguirlo.

—Me alegro.

—Es probable que tengamos que hablar con él antes de que se vaya a Miami, pero no quiero que te preocupes por eso.

—Vale. Pepe está aquí. Él hará que se vaya, como hizo con esos hombres en la piscina.

—Sí… —dijo Paula.  Le encantaba la idea. Santiago no tendría ninguna oportunidad contra Pedro.

—Me gustaría que Vance no tuviera que trabajar hoy —dijo Nico, suspirando.

Desde que había conocido a Pedro, todos los deseos de Nico habían girado a su alrededor.

—Me gustaría tener un perro. Si viviera con Pepe, él me dejaría tener un perro.

—El abuelo te dejaría tener uno si no tuviera alergia a todo. ¿Sabes qué? Tenemos que llamar a tus abuelos. Ahora estarán desayunando.

—Sí. ¡Voy a decirle al abuelo que a Pepe le han encantado las moscas! Mañana nos vamos de excursión y a pescar. Cuando volvamos, dice que va a hacer una fritura de pescado. ¿Te gusta la trucha?

—Me encanta.

—Pepe dice que nos va a gustar de verdad porque él sabe cocinarla de una manera especial. Vance sabe hacer muchas cosas.

—Tienes razón.

—Quiero quedarme aquí para siempre.

—Lo sé —dijo Paula.

Puso el resto de la ropa en el cajón y guardó la maleta en el armario. Pedro le había ofrecido un trabajo que haría realidad el sueño de Nico, pensó. Si sus padres no estuvieran vivos, era posible que ella lo considerara, incluso sabiendo el riesgo que corría de que se le rompiera el corazón. Sin embargo, no podía abandonar a sus padres. Ellos la necesitaban demasiado.

—Le he dicho a Pepe que echo de menos a mi mamá.

Aquel comentario la  dejó petrificada. Nico apenas hablaba de Mariana. El doctor Karsh había dicho que lo haría cuando llegara el momento. Ella se sentó en la cama.

—¿Y que te ha dicho él?

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