viernes, 3 de febrero de 2017

Destinados: Capítulo 55

Paula le había comprado también un par de botas de vaquero. En cuanto llegaron a la entrada del comedor, ella escuchó una voz conocida.

—Espera, Paula.

Ella se giró y vió a Santiago acercándose. Nico le dió la mano a su tía al instante.

—Tienes mucha sangre fría —murmuró ella en voz baja—. Primero, te presentas en el despacho de Juan y, ahora, aquí.

—Tienes un corazón de hielo, ¿Lo sabías? Te comportas como si fuera un extraño.

—En cierta forma, lo eres, porque no eres el hombre que yo pensaba —repuso ella y comenzó a caminar hacia una mesa vacía.

Santiago los siguió y se sentó con ellos. Posó la mirada en Nico.

—Hola, Tex.

—¡Me llamo Roy! —rugió el niño.

Paula empezó a reírse. No pudo evitarlo. En la piscina en Oakhurst, Pedro había fingido ser el forajido que había perseguido a Roy Rogers.

—Maldita sea. ¿De qué te ríes?

—Por favor, no maldigas —señaló ella.

En ese instante, apareció Matías con su uniforme puesto. Observó la escena un momento antes de acercarse y sentarse a la mesa. Se quitó el sombrero y sonrió a Paula.

—¡Hola!

—Hola.

—Oye, Roy, éste debe de ser tu doble.

Las cosas se estaban saliendo de madre. Paula intervino.

—Matías Rossiter, éste es Santiago Dunmore, de la compañía de cruceros Nuevo Mundo de Miami. Matías es el ayudante del jefe del parque.

Matías saludó con un gesto de la cabeza y Santiago se quedó callado, lanzándole puñales con la mirada. La camarera hizo su aparición en ese momento. Paula y Nico pidieron quesadillas de pollo y limonada. Matías dijo que quería lo mismo. Santiago ignoró a la camarera.

—Me gustaría verte a solas —dijo.

—No tenemos nada que decirnos. Me gustaría que te fueras.

—Juan te ha estado guardando tu puesto de trabajo.

—Pau no va a ir a más cruceros —intervino Nico—. Me lo prometió.

—No te preocupes, cariño —le dijo Paula, acariciándole la mano.

—Un trabajo tan bien pagado como el tuyo no se encuentra todos los días. Sin mí, no habrías conseguido tu último ascenso.

Aquello era mentira, pero ella se negó a entrar en la discusión. Santiago estaba siendo demasiado rastrero. ¿Qué diablos habría visto en él?, se preguntó.

¿Has terminado?

 —El Oso Yogui aquí sentado no se puede comparar conmigo.

—Hablas como un adolescente, Santiago.

—Vas a arrepentirte de esto —la amenazó él.

—He tenido un año para arrepentirme. Y no lo he hecho. Lo único que estás consiguiendo es caer más bajo todavía. Si no te importa…

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