miércoles, 1 de febrero de 2017

Destinados: Capítulo 54

Nico se acercó y se puso delante de ella.

—Me ha dicho que él también echa de menos a su mamá, pero que no tenemos que preocuparnos porque nos están viendo desde el cielo.

—Sé que así es, tesoro. Los quieren más que a nada en el mundo —dijo ella con los ojos húmedos.

—Tú me quieres más que a nada, ¿Verdad? —quiso saber Nico, mirándola a los ojos.

—¡Más que a nada! —gritó ella y lo abrazó.

—Yo te quiero más que a nada. También quiero a los abuelos.

Un nuevo Nico estaba naciendo ante sus ojos. Paula sabía muy bien a quién se lo debía. Se secó las lágrimas.

—Vamos a llamarlos por teléfono para decírselo.

Se levantó y tomó el móvil de la cómoda. Marcó el número y le tendió el teléfono a Nico. Aquella llamada iba a darles una alegría. Como el niño iba a estar hablando con ellos, al menos, durante diez minutos, aprovechó para llamar al hotel Ahwahnee desde el teléfono de la mesilla. Era el lugar más famoso y más caro para quedarse en el parque. Algunos presidentes de Estados Unidos se habían quedado en ese hotel, incluso la reina de Inglaterra. Nico y ella habían planeado explorarlo, pero no mientras su ex prometido estuviera allí.

Después de dejar un mensaje para el señor Santiago Dunmore, Paula colgó y dedicó su atención a Nico, que seguía contándoles las aventuras del día anterior a sus abuelos.


—Quieren hablar contigo —dijo Nico y le entregó a su tía el teléfono.

—Hola a los dos.

—Oh, Pau, tesoro. Parece el viejo Nico de nuevo —dijo su madre.

—Lo sé —afirmó Paula—. ¡Si lo hubieran visto en la carroza con Pedro, los dos con uniforme! ¡Estoy deseando que vean el vídeo! A tí te va a encantar, papá.

Estaba impaciente por verlo en una pantalla grande. Se había pasado gran parte de la noche recordando todo lo que había grabado. Tras más lágrimas y risas, colgaron. Le dió una palmadita a Nico en el hombro.

—Vayamos abajo a comer. Puede que Santiago llame mientras estamos comiendo. O, quizá, no. No importa. Después, iremos a nadar.

—Genial. Quiero ponerme mis nuevos manguitos.

Cuando Paula iba a por su bolso, sonó el teléfono del hotel. Santiago no perdía el tiempo, pensó. Obligándose a mantener el tipo delante de Nico, contestó.


—¿Hola?

—¿Paula? Soy Matías Rossiter.


—Oh… Matías. ¿Cómo estás?

—Bien. Me han dicho que Nico lo pasó genial ayer.

—Más que genial. Siento que mi ex haya ido a molestaros preguntando por mí.

—No hay problema. Entiendo que va a seguir siendo sólo tu ex, ¿No es así?

 —Como le he explicado a Pedro, lo mío con Santiago ha terminado. Nico y yo íbamos a ir a comer. Si estás libre y te apetece, por favor, acompáñanos —lo invitó ella.

En poco tiempo, Matías se había convertido en un buen amigo.

—Estaré allí dentro de diez minutos.

Después de colgar, Paula se giró hacia Nico, que se había puesto su nuevo sombrero de vaquero. Pedro y él se habían comprado sombreros idénticos.

—¿Recuerdas al guardabosques Rossiter?

Nico asintió mientras intentaba explotar un globo.

—Va a comer con nosotros.

—¿Por qué?

—Porque yo lo he invitado. ¿Puedes hacerme el favor de no hablar de Pedro esta vez?

—¿Por qué?

—Porque, como tú dices, Pedro puede hacerlo todo más y mejor que cualquiera. Podría hacer que Matías se sintiera mal. Pedro y él son amigos íntimos.

—Pero Pepe  es mi mejor amigo.

—Aparte de ser amigo tuyo, es amigo de Matías.

—Ah. Bueno. ¿Puedo llevar el cinturón de vaquero?

—Si no disparas a nadie, sí. Vamos.

El niño se puso el cinturón y salieron de la habitación.

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