miércoles, 22 de febrero de 2017

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 38

—Hola, Sofía —la saludó fijándose en que llevaba gafitas.

—¿Cómo sabes cómo me llamo?

—Me lo ha dicho tu madre. Por cierto, ¿Está en casa?

 La niña asintió.

—Está limpiando su habitación y tiene la música a todo volumen porque, como no le gusta nada limpiar, dice que así lo hace más rápido. Efectivamente, se oía la música y el aspirador, lo que explicaba por qué Paula no había ido a abrir la puerta.

—¿Y te deja tu madre abrirle la puerta a un desconocido?

—No, pero a tí te conozco porque hemos hablado por teléfono.

Pedro sonrió ante la lógica aplastante de la pequeña.

—¿Puedo pasar?

—¿Cómo se pide? —contestó Sofía

—Por favor —sonrió Pedro.

—No. Se dice «Pedro pregunta si...»

—¡Ah! —exclamó,  recordando el juego—Pedro pregunta si puede entrar.

—Muy bien. Adelante.

Pedro entró y miró a su alrededor. Aquella casa era exactamente igual que su propietaria. Había fotografías por todas partes, muñecos de peluche y películas.

 —Tienen una casa preciosa —le dijo a Sofía.

—Mamá dice que es perfecta para nosotras dos. También dice que estamos las dos solas frente al mundo. Simón se quedó mirando a aquella niña que hablaba como una adulta.

—Me gustan tus gafas.

—Gracias, mamá me ha explicado que tenía los ojos mal y que el médico me los arregló, pero tengo que llevar gafas para poder ver —le explicó Sofía.

Aquello lo sorprendió pues la niña no debía de tener más de cinco años, dos años menos que su hijo, pero hablaba de aquello como si no lo recordara.

—¿No te acuerdas de cuando el médico te los arregló?

—No, era muy pequeña —contestó Sofía encogiéndose de hombros—. Mamá dice que con gafas tengo pinta de ser más lista que los ratones coloraos.

—Yo creo que te quedan muy bien, estás muy guapa.

—Muchas gracias, no sabía que los ratones fueran guapos —rió Sofía.

Pedro también se rió y sintió como si algo se hubiera roto en su interior. ¿La capa de hielo que le envolvía el corazón? No, demasiado poético para él. En aquel momento, le pareció detectar un movimiento en la puerta del salón.

—Sofi, te tienes que bañar... ¡Oh!

Era Paula.

—Mira, mamá, es Pedro —le dijo su hija.

—Ya lo veo —contestó Paula acercándose a ella y abrazándola como si la quisiera proteger de algo—.No deberías haber abierto la puerta. Te tengo dicho que no se le abre la puerta a los desconocidos.

—Pero a Pedro lo conozco, hablé el otro día por teléfono con él y además, le he preguntado «¿Cómo dice Pedro?» y ha contestado bien.

—Ya hablaremos de esto tú y yo a solas.

Sofía  se quedó mirando a su madre y Pedro se preguntó si el motivo por el que su padre las había abandonado no habría sido sus problemas en los ojos.

—Mamá, eres la mejor enfermera del mundo.

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