lunes, 13 de febrero de 2017

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 14

-Hace dos años no quiso conocerme, pero ahora no va a poder ir muy lejos con las muletas.

—No —le advirtió Juana—. No le digas nada.

—¿Porqué?

 —Lleva dos años siendo un muerto viviente. Yo ya empezaba a perder las esperanzas de que volviera a querer vivir algún día y te puedo asegurar que lo he intentado todo. Por alguna razón, ha conectado contigo y eso le está dando fuerzas.

—Pero estaba casado con tu hija —se extrañó Paula—. ¿No te molesta que se sienta bien conmigo?

— Pepe se ha portado fenomenal conmigo. A pesar de que las cosas con mi hija no le fueron bien, es un hombre maravilloso, pero si le dices que tu hija ve gracias a las córneas de su hijo me temo que volverá a cerrarse.

—¿No crees que esté preparado para saberlo?

—Mi intuición me dice que no está preparado. Si se lo cuentas, me temo que caerá en un pozo sin fondo…...

—Pero, si vuelvo a entrar y no le digo nada, le estaría mintiendo y yo no miento nunca.

—Sé que te gusta ser sincera y aprecio que lo seas, pero a veces la sinceridad hace daño. Hay que darle un poco más de tiempo. En estos dos años no ha dejado que nadie, ni siquiera yo, que también he perdido a mi hija y a mi nieto, se acerque a él. Me temo que tú eres su última oportunidad, tienes que ayudarlo.

—Está bien, Juana. Voy a volver. Me voy a hacer cargo de tu yerno, pero no sé si voy a poder mantener la boca cerrada.

Juana asintió.

—Sé que, hagas lo que hagas, lo harás con buena intención.

—Te aseguro que así será —dijo Paula poniéndose en pie.

Juana también se puso en pie y ambas mujeres se abrazaron. A continuación, Paula se giró hacia la casa y se encaminó hacia la puerta. A cada paso que daba, sentía  que el corazón le latía más aprisa. Mientras se acercaba, rezaba para encontrar las palabras adecuadas para convencer a Simón de lo agradecida que le estaba y para tener la fuerza suficiente para olvidar aquel beso y lo que le había hecho sentir. Por último, se preguntó qué cooperaría primero, si su mente o su cuerpo. ¿Tal vez ninguno de los dos?

Veinte minutos después de que Paula se hubiera ido. Pedro seguía sentado en el mismo sofá. Se había salido con la suya. Estaba solo. ¿La habría besado de haber sabido que, cuando se fuera, se iba a sentir fatal? Por no hablar de las cuestiones practicas ya que seguía teniendo sed y ahora se daba cuenta de que también tenía hambre. Lo peor era que el vacío que sentía por dentro sentía por dentro se habia producido en el momento en el que ella había salido por la puerta. No se había sentido tan solo desde que había perdido a su hijo. Cuando se sentía así, normalmente,daba un paseo en moto.

—Ni siquiera puedo ir solo al baño —dijo en voz alta—. Así que como para pensar en subirme en una moto otra vez —añadió—. Y ahora empiezo a hablar solo. Desde luego, esto va de mal en peor. En aquel momento, oyó que la puerta se abría.

—He vuelto —anunció una voz femenina.

 Y allí estaba Paula. A él se le volvió a antojar que era exactamente igual que un ángel. Al instante, intentó controlarse para que no se notara lo feliz que estaba de volver a verla.

—¿Te has olvidado de algo? —le dijo.

—No.

—Vaya, debo de estar perdiendo facultades porque, normalmente, suelo hacer que las mujeres se olviden de muchas cosas cuando están conmigo.

—Muy bien —dijo Paula cerrando la puerta— Es cierto que, a lo mejor, me he olvidado de una cosa- añadió acercándose a él y mordiéndose el labio inferior debido al nerviosismo.

— ¿Qué has olvidado?

—He olvidado la prioridad de una enfermera.

—¿Cuál es?

—Proteger y servir.

—Creía que ese era el lema de la policía.

 —También lo es de las enfermeras.

—No me lo creo, enfermera Nancy. ¿Por qué has vuelto en realidad?

Paula se quedó pensativa unos instantes y a él le pareció que le ocultaba algo.

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