domingo, 26 de febrero de 2017

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 52

—¿Por qué lo dices entonces?

—Te tengo que contar una cosa —dijo Paula  muy seria mirándolo a los ojos.

—Dispara.

—Es sobre los ojos de mi hija —dijo apartándose y comenzando a recoger la mesa—. No sé cómo decírtelo...

— Simplemente, dilo.

—No hay garantías —suspiró ella—. De momento, está bien, pero podría...

Pedro se puso en pie y la abrazó por detrás, acariciándole los brazos.

—Nadie mejor que yo sabe que en esta vida no hay garantías de nada. Si estás intentando asustarme, no te va a salir bien porque no me pienso ir.

 —Eso nunca se sabe. No quiero que le hagas promesas que, a lo mejor, no vas a poder cumplir.

—¿Y tú? —preguntó él dándole la vuelta y mirándola a los ojos.

—Yo he aprendido a no contar con nadie.

—¿Es eso lo que me quenas decir?

—Sí —mintió Paula girándose de nuevo y siguiendo recogiendo la mesa.

Pedro se moría por volverla a tomar entre sus brazos y besarla, pero se dió cuenta de que había algo que la preocupaba y que no sería buena idea hacerlo hasta que se lo hubiera contado. Estaba recuperado y quería volver a entregarse, volver a amar, pero se daba cuenta de que no era lo que él solo quisiera sino lo que también ella quisiera. Tenía que esperar.

Paula observó desde la mesa en la que estaba sentada a su hermana recién casada bailando con su recién estrenado marido. La ceremonia había sido íntima, sencilla y agradable y ahora estaba terminando la celebración en un maravilloso restaurante desde el que se veía todo el valle de San Femando. A su lado, Pedro  estaba más guapo que nunca, ataviado con un chaqué gris perla.

—¿Te he dicho lo guapa que estás? —sonrió.

 —Pues la verdad es que no —sonrió —. Es el vestido.

Lo cierto era que el vestido color crema con rosas rojas bordadas la hacía sentirse guapa. Su hija llevaba el mismo en miniatura.

—¿Estoy tan guapa como tu pareja?

—Mi pareja me ha abandonado —contestó Pedro.

Sofía estaba jugando con otros niños que habían acudido a la boda, especialmente con un rubio de diez años.

—¿Sabes que Delfi lleva enamorada de Mauro desde esa edad? Y da la casualidad de que Sofi va a jugar a casa de ese niño, que se llama Tomás, porque es muy amiga de su hermana pequeña.

—Pues como se atreva a tocarle un pelo...

—No te pongas así, hombre, que pareces... Había estado a punto de decir «su padre». —... un novio celoso —dijo sin embargo.

Paula  se sentía torturada por no haberle contado la verdad desde el principio, le tendría que haber dicho el vínculo que existía entre sus hijos. Habría sido mucho más fácil hacerlo antes. ¿Antes de que? ¿Antes de sentir algo tan fuerte como lo que sentía hacia él? ¿Antes de que su hija se estuviera encariñado tanto con él? Pedro había ido a su casa prácticamente todos los días desde Acción de Gracias y se daba cuenta de que entre su hija y él cada día había más cariño, pero, siguiendo el consejo de Juana, se había limitado a esperar.

—¿Te apetece bailar? —propuso Pedro.

Ella  sintió que el corazón le daba un vuelco. Ya le parecía sentir los brazos de Pedro alrededor.

—Sí, me apetece mucho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario